Blas Deker.-- Caras B y Rarezas.

No hay municipio grande o pequeño que se libre de esa inmunda plaga. No hay fachada, tapia ni muro, que no esté pintarrajeada por estos putos engendros aneuronales. Allá donde miremos, nuestros ojos chocarán indefectiblemente con las firmas, garabatos y manchurrones con que esos raquíticos cerebrales ensucian los edificios. Y el gran enigma es qué hostias pretenderán haciéndolo. ¿Creerán que así el mundo los reconocerá y caerá rendido ante su talento? ¿Creerán que esa puta mierda con la que le han arruinado la puerta a un pobre vecino los inmortalizará?

¿Y qué decir de los que desgracian las paredes con mensajes reivindicativos? ¿Creen que si joden la puerta de un garaje poniendo “fuera la monarquía”, la Familia Real, lo leerá, agachará la cabeza, hará las maletas y partirá rumbo al exilio? ¿Creen que si dibujan una cruz gamada o una A, sus enemigos políticos desaparecerán? ¿Creen que si exigen la libertad de tal o cual preso, los jueces al tener noticia de la pintada, reflexionarán y se dirán: “Vaya, es cierto, hemos sido injustos. Vamos a soltarlo.”

Hay que ser idiota de cojones, tonto de capirote, retrasado de manual, gilipollas de campeonato, imbécil estratosférico y estúpido hasta decir basta, para degenerar las calles y plazas en que vivimos hasta hacerlas parecer auténticos vertederos. Joder, es que no hay adjetivos lo bastante contundentes para describir a este hatajo de mamarrachos.

Yo a los cretinos del espray, matarlos, no los mataría, pero esterilizarlos sí.