martes, diciembre 29, 2020
--LOS CUENTOS BREVES DE ARMANDITO LAFOYETTE--
Una vez en una entrevista, a Armandito Lafoyette le preguntaron si le gustaban los niños. Y él se quedó pensativo sin saber bien qué debía contestar. Más que nada porque a Armandito con los niños le pasaba lo mismo que con los adultos, que al final sólo le gustaban unos pocos.
miércoles, diciembre 23, 2020
--NUEVA IDENTIDAD SEXUAL--
viernes, diciembre 18, 2020
--MENSAJE NAVIDEÑO ANUAL CONSUETUDINARIO--
de un suburbio de Belén
fue a nacer un niño rubio
que nadie supo de qué,
pues allí toda la peña
o es morena cual mojón
o completamente negra
de tanto que pica el sol.
Se presentaron tres reyes
a los que nadie eligió,
con regalos y presentes
de la hostia y del copón.
Oro y mirra dos llevaron,
el tercero llevó incienso
y los camellos cansados
llevaron pestazo a estiércol.
Aunque poco se notara
su tufo en aquel tugurio
tan húmedo y tan oscuro
entre metanos de vaca
y boñigazos de burro.
También llegaron pastores
a rendirse ante el nacido
aportando más olores
con ovejas y cabritos.
Y un ángel en el tejado
señalizaba el pesebre
para los desorientados
a modo de ge pe ese.
Y así fue que vino el niño
más famoso de la historia,
de virgen y santo hijo
y de espíritu y paloma
según nos explica un libro
muy probablemente en broma.
martes, diciembre 15, 2020
--LAS COSAS 3--
Empecé a caminar con la mente en nada cuando de pronto una nube de estorninos ocupó el cielo.
Como si fuera un ancestral grupo de wasap que queda anualmente en las torres de la luz, ahí estaban para saltar al aire desde ellas y dibujar sus asombrosas coreografías. Van por el cielo como partículas de hierro atraídas por caprichosos imanes, ahora arriba, ahora abajo, picados, espirales, tirabuzones.., y de repente en una súbita e incomprensible decisión, todos se van a los pinos a reposar un instante para retomar de nuevo el vuelo en otra explosión de sincronía.
Yo también me detuve hace no mucho como un estornino solitario en la cosa política. Asomé un pelín el hocico a ese mundillo pero a nivel local, que es como jugar en tercera o cuarta. Supongo que fueron los últimos coletazos de mi ingenuidad. Siempre he querido conservar un poquito de ingenuidad en mí -dile ilusión o esperanza si quieres- porque me da miedo adquirir eso que algún antiguo llamaba “la seriedad del asno”.
Y de esa experiencia con gente nueva saqué conclusiones, por supuesto. La principal fue que a casi ninguno de mis compañeros los veía yo gestionando municipios. Lamentablemente con ser majo no basta. También tuve la oportunidad de conocer a personas de otras formaciones y a concejales en activo, llegando al mismo resultado. Pero que nadie se ofenda, que en mi opinión el que menos daba la talla era yo mismo. Madre mía si dependiese de mí organizar unas simples fiestas patronales, que confundo el nombre de las calles de mi propio barrio...
Y por eso lo dejé. Y ahora la ingenuidad, ese benéfico fluido del que siempre me gustaba tener reservas, se me ha agotado definitivamente. Algún día tenía que ser. Cosas que pasan.
Mientras tanto, los estorninos ya se fueron y en el campo reina la calma. Esta parte del sendero está cubierta por una capa de gravilla que cruje bajo mis pies a cada paso. Tiene gracia. Es como si estuviese andando sobre pan tostado.
domingo, diciembre 13, 2020
--LOS CUENTOS BREVES DE ARMANDITO LAFOYETTE--
martes, diciembre 08, 2020
--LOS CUENTOS BREVES DE ARMANDITO LAFOYETTE--
domingo, diciembre 06, 2020
--LA TIERNÍSIMA HISTORIA DEL PERRO URBANITA ROÑO Y SU BONDADOSO PAPÁ HUMANO--
jueves, diciembre 03, 2020
--LAS COSAS 2--
Esta tarde el camino está perfecto para andar. Un poco sombrío, pero fresco y húmedo de haber llovido, como si un enorme caracol le hubiese pasado por encima.
Enseguida enchufo los auriculares porque así la caminata me va a quedar redonda, con calidad profesional, tirando de medios a tope con su banda sonora y todo. A mí es que el pensamiento me va muchísimo más lejos si le meto música de fondo. Le añade un punto de intriga no saber por qué terrenos irá a perderse cada vez. Y eso me gusta.
Hace poco me di cuenta de que en casa ya hablamos de la muerte. De la nuestra, me refiero. Porque hablar de la ajena ya me dirás tú qué mérito tiene, cuando siempre son los otros los que palman.
Y eso debe ser por la altura del partido en la que estamos, imagino. Llevamos ya bastante tiempo jugando la segunda parte y sería -por rematar el símil- como si le quedasen al encuentro unos veinte minutos, más lo que añada el árbitro. Por ahí debe ir la cosa.
Pues eso, que hablamos de la muerte. Pero tampoco mucho ni con susto, no te creas. Sólo a veces. Yo diría que hablamos de la muerte cuando se nos agotan los temas de la vida.
Vaya, se me ha echado la hora encima. El último tramo es de carretera y veo en la rotonda que los dioses de lo automático ya han encendido las farolas y la luna.
Un verdadero fastidio, porque hoy no entraba en mis planes correr. Pero ahora oscurece muy deprisa y voy a tener que hacerlo, que como me atropelle un coche, mañana el tema de conversación puedo ser yo.