sábado, septiembre 21, 2013

 

--MÁS, MÁS--








domingo, septiembre 15, 2013

 

--RACHA--







sábado, septiembre 14, 2013

 

--OTRA TANDA--









domingo, septiembre 01, 2013

 

--FOTIANDO DE NUEVO--






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__EL HOMBRE, ESE IDIOTA MENTIROSO__
Un día el hombre pronunció la primera palabra, dibujó el primer signo, trazó el primer lenguaje en un gesto y pintó en el techo de su cueva la representación gráfica de un antílope mayor que el que en realidad había cazado. 
Un día el hombre decidió, dándose o sin darse cuenta, que su función en la vida y en el mundo era ser más que el otro. Y es que la primera palabra del hombre ya era mentira. Aquel gruñido extremo tenía por objeto decir a los demás: mi pecho es el más fuerte, mando yo.
El hombre, esa bestia capaz de urdir estratagemas, recogió para sí el espíritu de la codicia y lo hizo alma y consustancia, lo hizo fe y designio. Y desde entonces necesita mentir. 
En un mundo atravesado de mentiras, construido con ellas, quien no miente no subsiste. Mas el mayor embuste es ese mismo: la mentira imprescindible. No es cierto que la mentira no tenga un camino diferente al lado. 
Ahora, en tiempos de informaciones súper abundantes, todas las mentiras del hombre se ven y se conocen a la misma velocidad con que se perpetran. Ahora la mentira es detectada a tiempo real. Ya no hacen falta cinco ni diez años para saber que aquella guerra fue un montaje, aquella arenga una pantomima o aquel negocio una estafa. Ya las cartas no llegan de Lisboa a Roma en dos meses como cuando iban a caballo. 
Ahora la mentira es emitida en directo por cientos de canales y los embusteros no pueden ocultarla: por eso no lo hacen. El disimulo y la ocultación se han hecho innecesarios. La mentira campa sin disfraz alguno, libre, desnuda, desmaquillada y fea como es y siempre ha sido. 
Ahora se miente mirando a cámara, sabiendo que el engañado lo sabe y que da igual. Porque la mentira se instaló en el alma del hombre cuando exageró un ciervo garabateado sobre la piedra; que un ciervo grande prestigia más que uno chico, y que ganarse la admiración de los vecinos le hace a uno más importante. 
Y es que todas las armas del hombre, desde la honda al misil, de lo que están cargadas realmente es más de embustes y avaricias que de guijarros o uranio. Por eso nuestra especie aprovecha la desgracia ajena, hurga en ella y se relame lascivamente cuando se le pone a tiro.



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