domingo, marzo 25, 2007

 

-FRANK ZAPPA- 2-


CAPÍTULO DOS

Un día después ya había recorrido las cincuenta millas y tenía ante sí la ciudad de sus sueños. Los ojos se le salían de las órbitas, los llevaba como platos fuera de sus cuencas mirándolo todo con afán. Parecía su cara una cara de pelos con dos huevos fritos. Sus globos oculares hinchados y saltones eran capaces de ver si pasaban coches mucho antes de llegar a las esquinas.
Frank Zappa estaba inflamado de gozo, se sentía pletórico a reventar, aunque la ropa ya le fuera así de estrecha antes de salir.
Escaparates, luces, tráfico, ruido, grandeza: un mundo en el que destacar, un mundo nuevo de oportunidades, un mundo en el que cualquier miserable puede llegar a gobernar un banco, un banco y un periódico y un carrito de supermercado y unos cartones y unos guantes sin dedos y quién sabe qué más.
Allí Frank iba a ser por fin algo realmente especial.

Y lo fue durante aproximadamente unos dos minutos. Lo fue hasta que dobló por una avenida que daba a una plaza con árboles y césped, y se vio frente a una inmensidad de jóvenes tirados por la hierba que vestían todos igualito igualito que él.

Los ojos le volvieron a las cuencas y de ellas manaron más lágrimas y más mocos que cuando niño. Frank estaba triste y desengañado, triste y solo.
Se sentó bajo uno de aquellos sauces y se lloraron un dúo.
Mierda. –pensó- Tenían razón Jeffrey y Doreen: debo saber música leída y escrita. Debo conocer técnicas y prácticas. Debo admitir que si regreso a casa me espera una buena paliza por robarles todo el dinero sin su consentimiento. ¡Trabajaré y estudiaré.!

CAPÍTULO TRES

Se matriculó en la universidad para perfeccionar sus defectos, consciente de que dominando correctamente el inglés escrito y hablado, le faltaba el inglés tarareado o cantado ronco por ejemplo.
Eso le ocupaba toda la mañana. Comía en algún puesto callejero siempre lejos de su barrio para que no lo conocieran. Era muy posible que acabase echando a correr con un hot dog en las manos y con varios botes de mostaza volando sobre su cabeza.
Bajo esas circunstancias pues, resultaba de lo más natural que comiendo una ridícula salchicha al día y habiendo de esprintar para ello ochocientas yardas, el tipo estuviera hecho un figurín sin una célula de grasa.
También de ese modo los pantalones y la camisa le valdrían para siempre y ahorraría una barbaridad en ropa.

Lo bueno es que la moda imperante le soplaba favor: de unos calzoncillos viejos le salió un pañuelo pirata para las melenas, de los calcetines unas lindas muñequeras y de una camiseta sebosa y una cinta de persiana un espléndido macuto.
Así estaban los tiempos y nada de ello impidió que consiguiera trabajo en un local de comidas rápidas.
Hacían cocina china, japonesa, italiana y mexicana, y si no la hacían estadounidense es porque no existe, no por impericia.

No extrañaba a Frank que con aquellas prisas por completar los pedidos para el reparto, alguien se llevara una pizza de pescado crudo, una enchilada de soja agridulce con algas y ketchup, o unos rollitos de primavera rellenos de mozarela
Frank que era más listo que su propio hambre agarró a su jefe un día en que le había sentado bien el colocón y aprovechó para exponerle su idea.

-Date cuenta, colega, hemos descubierto algo importante. Derriba ese viejo letrero de ahí fuera y coloca uno el doble de grande que diga: “Nueva Cocina Californiana. Dieta Sana, Americana.” Y podremos seguir haciendo lo mismo de siempre, pero sin recibir quejas constantes por los errores en los pedidos.

Fin de capítulo.

sábado, marzo 24, 2007

 

-VIÑETA SOFA-



domingo, marzo 18, 2007

 

-BIOGRAFÍA AUTORIZADA DE FRANK ZAPPA--

Como dijo Orson Fuelles: “Hay hombres demasiado grandes para este planeta..., e incluso para otros mayores.”

CAPÍTULO UNO

Todo empezó un día porque todo empieza un día. Doña Berta parecía empeñada en ir de parto pese a que su marido, Howard Zappa, insistía en convencerla de que sólo estaba de cuatro meses y medio:
-Howie, quiero parir de una puta vez. Estoy harta ya de esto.
-Pero mujer, sé razonable...
-¡Que no!. ¡Yo no sé qué mierda de engendro llevo en la barriga, pero el caso es que me apesta el aliento desde la primera falta!. ¡O sea que o lo suelto como esté o yo no aguanto cuatro meses y pico más con este asco.!
-Está bien, Berta. Voy a por el coche y te llevo a la clínica ahora mismo. Espero que el viejo doctor Mec sabrá qué debe hacerse.

Howard la llevó a todo gas. Informaron al médico y se le practicó una ecografía en blanco y negro con subtítulos. El galeno alucinaba:
-O bien tenemos interferencias en la imagen del monitor, o estamos ante un ser de nuevo cuño que hará las delicias de un laboratorio. ¡Qué cosa, amigos.!
-¡Sáquelo ya, doctor, por su madre.!

Después de tres horas, el doctor Mec extrajo la cabeza de aquel pseudoalgo, y le dijo a la señora:
-Ya le veo la cara, es un chico.
-¿Lo sabe por la cara.? Vamos, hombre, no me joda.
-No, verá, yo acostumbro a saberlo por las pelotas y eso, pero es que éste lleva bigotillo. ¡Guau, vaya caso para la investigación.! (Ya estoy viendo nuestras fotos en todas las revistas.)
-¡Bueno doctor, deje de soñar y quítemelo ya, venga.!

El niño nació por fin dando un peso mucho menor del que tendría quince años más tarde por ejemplo. Era lo suficientemente apto para poderlo considerar sano pero por repelús decidieron encerrarlo algunos meses en la incubadora. Le dejaron dentro un poco de serrín, unas hojas de lechuga, algo de aire para que se fuese apañando, y lo olvidaron medio año.
Cuando más tranquila estaba doña Berta, recibió en su buzón una nota del juzgado que la obligaba a pasar por la clínica, recoger al retoño y llevárselo para casa.
El periodo de la incubadora le había sentado de perlas al chaval, que ya presentaba el bigote panchovilla terminado por completo y un apunte de barbita bajo el labio inferior, además de un par de cejas como sombrillas y unas melenas que le hubieran hecho saltar las lágrimas al mismísimo Jesucristo.
El niño ya sabía decir, entornando los ojos: “Queeeé paaasssa.”

(En imagen vemos una pintura india arapajode sobre piel de bisonte. Es la edición facsímil del nacimiento precolombino de Zappa.)

Lo bautizaron. El señor Howard se negó en redondo a que llevara su nombre y a hurtadillas lo inscribió en el registro como Frank.
Frank ya andaba solo. Como todos los críos pequeños, muchas noches su silueta aparecía recortada bajo el marco de la puerta en la habitación de sus padres, desorientado por algún mal sueño. Howard no podía acostumbrarse a eso por más que lo intentaba incluso a base de tratamiento psicológico profesional, terapias de grupo, sesiones de hipnosis, técnicas orientales de relax, o borracheras frecuentes.
Una noche con los ojos desorbitados y los pelos de punta, tras haberse enfrentado a otro de los sustazos, le dijo a Berta que se iba a por tabaco y se largó corriendo. El cabrón de Howard mentía. En realidad fue a colgarse de la polea del garaje.
El trágico evento marcó la infancia de Frankie, que a tan temprana edad permanecía ajeno a todo jugando con sus monigotes y viendo la tele.
Doña Berta le guardó estricto luto seis días y desposó en segundas nupcias con un tal Abelardo Fardo, ítaloamericano y viajante empedernido desde que entrase a trabajar en la compañía de ferrocarriles como revisor.
El hombre no paraba casi nunca en casa y la triste esposa se sumió en una depresión tal que la llevó a la tumba en poco más de un año.
Frank Zappa pasó de tener madre y padrastro, a tener padrastro y madrastra, ya que don Abelardo se volvió a casar con una fulana que frecuentaba la estación de trenes sobre todo por las noches y en los fines de semana.

Cada vez los vínculos familiares del chiquillo eran más y más lejanos. Y aún no habían acabado de difuminarse. En ocho o diez años, al morir de sífilis la pendona, contraer de nuevo matrimonio su padrastro con una dependienta, divorciarse al poco, quedarse bajo la custodia de esta última y asimismo ella casarse con el vocalista de una orquesta de verbenas, Frank Zappa hubo de desarrollar su crecimiento en el hogar de unos señores que no sabían muy bien quién coño era.
De todos modo Jeffrey Singermorning, padrastro en tercer grado de Frankie, influyó notablemente en el futuro del chico, inoculándole una enorme afición por la música.
El joven Frank se reveló como extraordinariamente apto para ella y en cuatro días aprendió a tocar un montón de instrumentos, mostrando, eso sí, una especial debilidad por los de cuerda. Dominaba la pandereta, el cascabel, la maraca con la izquierda, la zambomba, el triángulo y las palmadas. Pero algo le entristecía, algo lo dejaba insatisfecho: No eran instrumentos de cuerda pese a que él los atase con una.

Ya con dieciséis años cumplidos se armó de valor y le pidió a Jeffrey dinero para una guitarra. El señor Singermorning con sumo pesar le contestó que eran carísimas, que se esperase a conocer algo más de solfeo y sobre todo a saber leer y escribir música correctamente, pero que de todas maneras fuera a ver qué decía su madrastra:
-¿Qué madre.? ¿La dependienta.?
-No, hijo, esa me abandonó, ¿no recuerdas.? Tu actual madre es mi pareja de hecho con la que espero casarme pronto en Las Vegas. Se llama Doreen. Tú te presentas, le dices que vas de mi parte y se lo consultas.

Y así lo hizo:

-Hola Doreen, quiero una guitarra, a poder ser eléctrica.
-¿Ah, sí? ¿Y ya sabes leer y escribir correctamente música.?
-Pues claro, mira: La eme con la u, mu; la ese con la i, si; la ce con la a...
-Vaya, vaya. Me has impresionado hijo. Eres portentoso.

Esa mujer era de buena pasta, aunque tuviera menos cerebro que una persona. Le prometió a Frank que se la compraría con todo lo que pudiera ahorrar de las pensiones que le pasaban sus veintidós exmaridos.
Lo llevó varios domingos a las ocho de la tarde a ver tiendas del ramo, pero la mala suerte hacía que siempre encontraran cerrado.
El joven Frank Zappa con lágrimas y mocos abandonó su casa en un amanecer sombrío.
Antes de que despertaran sus padrastros se vistió en silencio. Le costó tres cuartos de hora calzarse aquellos pantalones tan extremadamente ceñidos que le marcaban hasta el sistema venoso. Le llevó treinta minutos conseguir abotonarse una camisa de flores que hubiera valido para una marioneta. Y tardó dos horas más en poder introducir sus pies en las botas de lentejuelas sin quitarse las chancletas.

Cuando hubo terminado, sus padrastros hacía mucho que se habían ido a la playa dejándole una nota para que no estuviera preocupado si llegaban tarde a comer.
Eso le vino bien. Pudo ratear a sus anchas toda la pasta que hubiese por los cajones, la calderilla del recibidor y del tarro de galletas, además de un par de tarjetas de crédito, que sin ser una fortuna, al menos le alcanzarían para una guitarra de segunda mano.

Consciente de que viviendo en una ciudad tan modesta como Párroco Jose , a mitad de camino entre las importantes San Francisco y San Diego, nunca tendría la oportunidad de abrirse camino, cogió el hatillo y se metió en la autopista de Los Angeles a hacer autostop.

FIN CAPÍTULO UNO.
(Seguramente tenga continuidad.)
(Al menos durante un tiempo.)

jueves, marzo 08, 2007

 

-ANACRÓNICO FORENSE-

Muchas personas en general, y el género humano en particular manifiestan una insustraíble tendencia a la ropa, es decir, la tienden, la ropa me refiero, y en el tendedero proyectan sus frustraciones. Bragas, calzoncillos y calcetines al fondo, sabanería delante.
Con la sabanería el hombre en particular, y la mujer en general, vienen a simbolizar la vergüenza que prefiere ocultarse a los ojos de los demás géneros humanos, así generalizando, y a los vecinos cercanos también en general, pero ya particularizando un poco más; es decir que la sábana es utilizada como telón, ya que cualquier tela grande en general es un telón, eso es obvio y no requiere explicación. Telilla sería el diminutorio, tela el participio activo y telón por tanto, el aumentativo o superlativo. Aunque quizás el superlativo sería telísima o telérrima, según la etimología que prime en cada momento.
Pero bien, sea como fuere, el caso es que tras el telón de la sabanería se tratan de encriptar las ropas íntimas, que en semiótica serían aquellas facetas de la vida del hombre que no quieren ser sometidas al escrutinio pormenorizado del ajeno, del semejante, del prójimo, del que no es tú, en el caso de que habláramos de ti, o no es yo, en el caso de que nos estuviésemos refiriendo a mis calzoncillos.
"Nada tengo que ocultar salvo mis bragas." dijo Sagasta.
Y en palabras de Sir Arthur Conan Doyle: " Lleva razón Sagasta, en esa aseveración acerca de sus bragas."
"Es que esas manchas cuestan mucho de irse." Así de contundente y mordaz se disculpaba Menéndez Pidal.
No aburriré a nadie haciendo un listado de citas históricas sobre este tema, pues de sobra conoce todo el mundo que la propia historia de la humanidad se debe únicamente a la ropa íntima, y más concretamente a su febril quitado.
El ser en general pues, defiende su intimidad, pero ansía el acceso a la de los demás.
"No verás el cerco en tus calzoncillos, pero sí lo puerco que es el otro." Eso dice Sautier Casaseca en los 60 del siglo XX.
Y aun hoy, en la sociedad tecnológica, Manu Leguineche filosofa analizando un tendedero: "No supe bien si lo que estaba al oreo colgando de las pinzas eran tangas o cordones de bamba."

He quedado a las tres para comer con unos nuevos amigos, así que he de irme.
Lo bueno de hacer nuevas amistades es que te permiten soltar el mismo rollo de siempre una vez más.
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domingo, marzo 04, 2007

 

--REALITY--

EL CRIMEN DE IDAHO

El jueves 26 de Octubre de 1997, Somantha York salió de su casa como cada domingo para hacer footing...... Y nadie pudo imaginar que no regresaría jamás.
Idaho es un pequeño lugar en medio de la naturaleza habitado por unos pocos cientos de granjeros, concretamente tres cientos.
El cuerpo de la joven fue hallado semioculto en unos matorrales por Lionel y Tom, dos cazadores que iban a por osos montaña adentro.
La policía se hizo cargo del cadáver y rápidamente avisaron a la brigada de forenses especialistas en investigación científica de Iowa, la Federal Scientific Polizei.
Esa pobre chica presentaba diversos arañazos repartidos por toda su anatomía, un hematoma espectacular en la base del cráneo y dos mordiscos en el glúteo derecho, así como signos de haber opuesto resistencia a algún tipo de agresión sexual. Tenía micropellejillos de pene entre las uñas.
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John Thomas Martín, jefe de medicina científica de San Diego, California:

-Mejor pregunten al Travis Mathew, mi colega de Iowa. Yo no llevé ese caso.
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Travis Mathew, jefe de medicina científica de Iowa, San Diego:
-Los arañazos demostraron que a Somanhta no la mataron en el lugar donde se encontró su cuerpo, sino que fue arrastrada. Hallamos restos de barro, hierbas y hongos adheridos a su piel que lo prueban.
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Con los resultados de la autopsia se pudo determinar la hora de su muerte. Ella fue hallada a las siete de la mañana, pero entre las úlceras de su estómago aún quedaban residuos de jalapeño, mostaza y sésamo sin digerir. O sea que la víctima había cenado unas dos horas antes de que la matasen.
Según los testigos fue vista en un cine al aire libre en el centro de Utah D.C., hacía dos o tres años, pero eso la policía lo consideró irrelevante. No obstante, Lucius Washington, un afroamericano de raza negra con deficiencias mentales severas aseguró que la vio esa noche en el burguer del pueblo cenando con Tim Stockton, el hijo del Sheriff.
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Ibrahim Mendoza, camarero del Burguer:
Sí, lo recuerdo bien. Somantha y Tim cenaron hamburguesas de jalapeños con chile, mostaza, ketchup, mayonesa y crema de cacahuete. De postre pidieron tarta de nueces con huevos, beicon, salchichas y bicarbonato. Luego se fueron eructando hasta el coche de Tim. Y ya no sé más. Salieron sobre las diez y media p.m.m. (Poco más o menos.)
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Eso significaba que la joven había sido asesinada entre las once y media y las doce treinta.
La policía halló huellas de la camioneta de Tim en la granja de su tío Peter Stockton.
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Peter Stockton, criador de samoyedos y tío materno de Tim:
Recuerdo que esa semana tuve que ausentarme del pueblo. Había una exposición canina en Colaiuta y otra de armas al mismo tiempo en Sun Saltz City, a dos millas de distancia. Y finalmente los organizadores decidieron unificarlas para que ninguna de ellas perdiera público. Se hizo a mitad de camino, en Bottle Green Canyon y fue una exposición de perros armados. Así que no estaba en la ciudad cuando mataron a la pobre Somantha. Fue una noticia horrible.
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Los expertos fueron a la granja-criadero de samoyedos de Peter y encontraron cabellos en el suelo. Unos cinco carretones. También habían restos de semen en las jaulas, en los comederos, en las cortinas del salón de la casa y en las rodilleras de todos los pantalones de Peter.
Tras hacerles una prueba de A.D.N. a Peter y a su sobrino, tuvieron que descartar un ataque sexual consumado. Somantha no había sido forzada por ninguno de ellos en apariencia, a falta, eso sí, de lo que dijeran los resultados de los análisis de sus penes.
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Charles Barkley, estrella del baloncesto:
-Sólo hago lo que sé hacer. Me gusta el básquet. Amo este deporte.
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Todo parecía que iba a quedarse en la impunidad de un crimen sin resolver, hasta que Margaret Collins, una anciana vecina de los Stockton, dijo que esa noche no podía dormir, no le gustaban los programas de la tele y los samoyedos de Peter ladraban sin cesar, de modo que decidió hacer lo que hacía siempre, sentarse en la mecedora a mirar por la ventana.
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Margaret Collins, viuda y jubilada:
Peter me dijo que se iría unos días a una exposición de perros con armas y que pasaría a vigilar su granja Lucius Washington. Lucius vive de los trabajillos que le damos las buenas gentes del pueblo. Es un pobre diablo, pero inofensivo. A mí me arregla el tejado y me tala el césped. Lo que me sorprendió fue que ladrasen tanto los perros estando Lucius. A él ya lo conocen de sobra. Es muy cariñoso con ellos. Por eso estuve más atenta que de costumbre. Entonces fue cuando me pareció ver a un intruso merodeando por el cercado de la granja. Estaba en sombras pero aún así pude ver que se trataba de un tipo muy gordo, muy gordo y muy raro. Caminaba con las piernas bastante separadas, torpemente, y de vez en cuando se le venía abajo la barriga. Luego se la recogía con las manos y seguía caminando hacia la parte de atrás de los cobertizos. Ahí dejé de verlo. Serían las once y algo.
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La policía sospechó de inmediato. Margaret era una mujer respetada en la comunidad y no tenía porqué mentir a pesar de sus 89 años y sus glaucomas.
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Hamilton Pacheco, sargento de homicidios de Idaho, Iowa:
-Sospechamos que el intruso debía ser alguien conocido y por eso se habría disfrazado de gordo. Tim dijo que cuando terminó de cenar con la víctima, la llevó a su casa y se marchó hasta la granja de su tío para ver si Lucius había estado dando de comer a los perros. Añadió que no se fiaba de él porque era retrasado. Según su testimonio, los perros en efecto ladraban mucho, pero era porque no les habían echado de comer. Tim asegura que Lucius no estuvo esa noche cumpliendo su tarea.
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¿Dónde estaba Lucius pues.?
Lo cierto es que estuvo dos días sin que nadie lo viera por el pueblo. Finalmente el ayudante del sheriff Gordon Mejuto lo vio con la rodilla en un cepo.
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Lucius Washington, principal sospechoso después de Tim Stockton:
-Yo había ido a la granja de Graham Turner porque me había dicho que unos coyotes se le comían las gallinas, y quería que colocara unos cepos. Mientras clavaba el último me despisté y se me cerró en la rodilla. Me salía sangre, y me dolía mucho. El señor Graham no estaba y no vive nadie cerca de allí. De modo que cuando me cansé de llorar, me quedé dormido. Los bebés lo hacen y así se les pasa todo. Menos mal que llegó Gordon y me despertó.
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Lucius no tenía coartada. Tim dijo que volvió a su casa, y su hermano Frank lo corrobora.
La policía investigó los domicilios de todas las personas cercanas a los hechos. Y la sorpresa llegó cuando en el desván de los Stockton descubrieron unas almohadillas atadas con cintas de goma. Tim no supo para qué diantres podían ser. Todo parecía indicar que se trataba de la barriga postiza del misterioso intruso que vio la abuela.
Frank y Tim fueron sometidos al detector de mentiras y el número de embustes en la prueba de Frank alcanzó el 96%.
Frank, por lo visto envidiaba a su hermano por ser un año menor, por salir con Somantha y por ser aún más envidioso que él. A Frank lo que más le gustaba en esta vida era la envidia, y la practicaba constantemente, pero Tim le superaba con creces y eso Frank no lo podía soportar.
En una rueda de reconocimiento la abuela aseguró que Frank era el tipo que aquella noche andaba por el cercado de los samoyedos.
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Travis Moranni, comisario jefe del departamento de policía federal de Wisconsin, Idaho:
-En la rueda de reconocimiento colocamos a Lucius, a Tim, a Charles Barkley, a Peter Stockton, a un samoyedo macho y a Frank con cinco pantalones y con los cojines bajo el jersey. En un principio la señora Collins señaló a Charles Barkley, porque está bastante rollizo, pero más tarde lo desechó, ya que al hacerles caminar, el gordo Barkley se mostraba ágil. En cambio Frank en cuanto se puso en movimiento se delató. Margaret ya no dudó un ápice. Frank era el intruso.
Cuando Frank se vio acorralado por las evidencias pidió un abogado y se declaró culpable.
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Paul Robertson, abogado de Morgan & Mathews y representante legal de Frank Stockton:
Mi cliente se declaró culpable de homicidio por enajenación mental transitoria. Y de hecho era un punto irrefutable. Ese tránsito de locura le venía durando desde que salió de la guardería y fue a la escuela primaria, hace de eso unos 35 años. La noche de autos, mi cliente siguió a su hermano y a Somantha desde que salieron del burguer. Frank estaba enamorado de la víctima desde la secundaria y envidiaba a Tim por haber conseguido finalmente ligar con ella. Somantha era la chica más popular del instituto.
Tim llevó a la muchacha hasta la granja de su tío porque sabía que no había nadie y esperaba confraternizar carnalmente. Pero ambos se encontraban bastante mal por la cena, les dolía la barriga y los gases estaban impidiendo cualquier posibilidad de romanticismo. No obstante Tim intentó tener relaciones sexuales. Ella se negó y le arañó el pene. Entonces él la dejó allí y se marchó con el auto corriendo a su casa con fuertes retortijones. Ahí es donde apareció Frank. Le dijo que casualmente pasaba por la granja, que había ido para ver si los perros tenían comida y agua.
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Lucius Washington, agente secreto de la CIA:
Yo estaba investigando desde hace años una organización de ultraderecha y me hacía pasar por el típico tonto del pueblo. Mientras recomponía tejados, arreglaba cercados o quemaba rastrojos para los vecinos, iba recabando información para averiguar quiénes de ellos estaban en el ajo.
Tim se quedó consolando a la chica y hablando perrerías de su propio hermano para ganársela. Le hizo un masaje en la barriga para que liberase todos los gases que la atormentaban y después intentó hacer lo propio con sus tetas. Ella se negó y eso fue lo que desató en Frank una explosión de odio acumulado. Se pelearon, forcejearon y cayeron los dos agarrados por un pedregal. Eran piedras con las que yo iba a hacer una pequeña cabaña en la que guardar leña y por eso estaban sueltas por el suelo. De ahí tantos rasguños en el cuerpo de Somantha. Él no se hizo nada porque llevaba varios pantalones y una panza postiza. Luego cogió un leño y la golpeó en la cabeza, con tan mala fortuna que le causó la muerte. A continuación la arrastró hasta el monte y la metió en unos matorrales. Un coyote le pegó dos bocados en el culo.
Lo más curioso del caso es que la chica no sospechase algo al ver a Frank con esa indumentaria.
Por cierto, lo del cepo en mi rodilla ocurrió de veras.
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Frank declaró pocos días después que Somantha sí le había preguntado por qué iba vestido de ese modo. Él le dijo que era porque quería aprovechar la ausencia de su tío en la granja para adiestrar a alguno de los perros en técnicas de ataque, ya que se había dado de baja en el Ku Klux Klan al considerar que se estaban volviendo unos blandos y proyectaba montar una asociación de amigos de Charlton Heston.
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Lionnel Eleanor Martin, juez del tribunal supremo de Atlanta, Iowa:
El acusado fue declarado culpable de homicidio en segundo grado, con los atenuantes de enajenación momentánea e incomodidad para la perpetración de asesinato, debido al atuendo. Le cayeron 25 años. Su abogado recurrió y logró asesinato en premier grado con premeditación. A día de hoy Frank lleva casi diez años en el corredor de la muerte del penal de Utah, Idaho esperando ser ejecutado por inyección letal.

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