domingo, abril 19, 2009

 

-TRAPECISTAS SIN RED-

Sí, ya sé que las personas adultas me han advertido siempre de que no me fíe de desconocidos. Que en internet nunca se sabe qué te puedes encontrar, que a lo mejor te dicen que son unos tíos educados y nobles, y luego resulta que son unos peludos indeseables, cerveceros y buscabullas con tatuajes hasta en el páncreas.
Pero ya se sabe que los adolescentes somos refractarios a los consejos de nuestros mayores.
Y el caso es que fui.

jueves, abril 02, 2009

 

-COSTUMBRISMO ORDINARIO-

Trinidad Tobago era una mujer ambizurda, analfabeta de ambas manos y que sólo sabía escribir a máquina de coser.
Un día le bordó a su marido en la pechera de la camisa la siguiente frase: “Capítulo primero de “De cómo entraron los paletas en la casa y la llenaron de polvo.” Nota adjunta: No llegues muy tarde esta noche, que viene a vernos la tía Asun.”
Y, claro, no sabía en qué lugar correspondían exactamente las comillas.

Él, su marido conyugal, Don Avelino Setenta Por Ciento Lino Treinta Por Ciento Poliéster, además de tener un nombre muy raro y textil, trabajaba a todas horas, pues era el operario encargado de imprimir la numeración de los relojes en una filial de la Rolex.
Cuando leyó el mensaje, se irritó adelantando en su pensamiento las risas que provocaría entre sus compañeros tal extravagancia. Así que optó por quitarse la camisa y lanzarla detrás de una valla.
Buena solución, pensó la tía Asun, que era medio médium y adivinaba la telepatía a distancia y conseguía telequinesias acojonantes por medio de cuerdas. Ahora bien, siguió pensando, los colegas del curro se van a reír igual cuando lo vean aparecer con la americana sin nada debajo. Pero eso es problema suyo, que a mí nunca me ha caído bien, el imbécil ese.
Don Avelino y la tía Asun habían tenido de jóvenes un romance, pero ella lo había dejado a él en plan represalia por cuando él la había abandonado a ella una hora antes, embarazada de bebés.
En realidad era sólo un gemelo, bastante similar a sí mismo en según qué fotos y sobre todo visto del perfil izquierdo, pues era un niño con muchos perfiles y eso dificultaba su parecido.
Si nos ponemos rigurosos, el crío no llegó a nacer, ya que los espermatozoides de Don Avelino eran homosexuales y en cuanto veían un óvulo se daban media vuelta. Pero ella deseaba tanto un hijo que se engordó la barriga con cojines.
El doctor Mec, hembrólogo altamente cualificado, tuvo que operarla de urgencia. Le practicó con experto bisturí una cesárea que empezó en el costillar y llegó hasta el pubis, extrayéndole dos cojines y un trapo de cocina.
Al primero, la señora Asun le puso el nombre de Sánchez y al segundo, Larrazábal, correspondiendo con los apellidos de Avelino. Al trapo no lo bautizó siquiera y lo tiró una noche a un contenedor de orgánicos.

Entretanto, la señora Trinidad, confeccionaba una mosquitera de macramé para la ventana de la cocina, pues odiaba que las moscardas depositasen sus heces en esos pudins de galletas integrales que tan ricos le salían. Ella, amante de la naturaleza, vegetariana vegana anti maltrato a los animales, se cuidó mucho se tomar medidas violentas en contra de esa especie de moscas monovolumen que estropean el sabor de las cosas, y les había procurado en principio una cajita de serrines para que efectuasen allí sus necesidades, mas su esfuerzo resultara infructuoso.

Entonces sonó el timbre de la puerta.
Miró el reloj.
Las nueve y diez.
Fue a abrir.
Era la tía Asun.
Llevaba una maleta en una mano y un guante de lana en la otra.
Y Avelino aún no había llegado.

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