lunes, mayo 21, 2007

 

-ARTERÍAS-

Decía un sabio de esos de garrote, perro pastor y alpargata que: "Los pegotes en las alturas parecen molduras."
En las artes plásticas el tamaño sí importa, y la distancia del ojo del receptor también.
Tiene su cosa el tema.
Presentemos un cuadro al azar. Ahí lo tenemos.

Bueno, pues la obra en cuestión, resulta que es mejor o peor según mida.

Si les digo que este cuadrillo mide 20 por 20 cms., tiene un impacto en el observador, pero si les digo que mide dos metros por dos, la valoración cambia una barbaridad.

El otro día hablando con un experto en pintura le comenté el asunto.

-Oyes, colega, a que si este careto en vez de ser un cuadro de 60 por 60, (su medida real) me lo fuera currao con más tiempo y paciencia y lo fuese hecho de cuerpo entero con la misma técnica, los mismos colores y todo del mismo palo y además le fuera hecho un fondo más grande y fuera acabado siendo un peazo muralón de tres metros por tres, pudiera ser que fuera tenido alguna repercusión mediática en las salas de arte de los alrededores. Pregunto.

-Sí.

Se acabó la charla.

No estoy intentando decir que yo sea bueno pintando. Soy un dominguero y nunca he intentado ser otra cosa. Pas de problem.

Lo que estoy diciendo es que si Sorolla pinta algunos de esos chavalotes playeros en cuadros de palmo por palmo, no se come un mojón.

Parece que el mérito vaya en proporción a la distancia que debes tomar con respecto al cuadro para verlo en su justa plenitude.

En algunas galerías o museos podemos apreciar paisajistas del 19 (XIX), que los gilipollas pintaban piececitas pequeñas como baldosas. Joder, algunas son auténticas maravillas, pero jamás constan (o en escasas ocasiones) como piezas de primer valor.

Si el Goya pinta la maja o el caballero de la mano en el pecho a tamaño folio, lo primero que le hubiera dicho la crítica es que la moza no estaba mal, que probase a pintarla bien grande, y que el segundo es un plagio de cojones, que no probase nada, que ya lo había pintado otro.

Bueno, en resumen y salvando las distancias, lo que tengo comprobado empíricamente es que cuando viene gente nueva a mi casa y ven por pelotas mis cuadros, ya que están colgados por todas partes, los que más impactan siempre son los grandes. Matemático.

Eso era todo.

Aquí acerco un poco la imagen proque a veces no se deja ampliar con el ratón. Va como va.

Se trata de un autorretrato ficticio.

La técnica mental para llevarlo a cabo es compleja: El autor antes de untar siquiera los pinceles, se debe imaginar que es la figura que pintará. Y una vez conseguido, pinte lo que pinte, será un autorretrato. Un psicorretrato fideligno de lo que uno quiere ser, al menos hasta que se le pase la tontuna.

Anda, qué te parece, hermoso.

(Ah, se llama El Autorretrato de María Bolla.)

(Desprecié María Magdalena por encontrarlo demasiado vulgar.)


domingo, mayo 20, 2007

 

-FRANK ZAPPA- 5 -

Frank Zappa era consciente de que en aquel trabajo no tenía mucho futuro. Jamás le dejarían entrar como guitarrista, así que aprovechó la temporada de giras como cualquier otro empleado para robar poquito a poco material de la empresa. Ahora unos enchufes, ahora un amplificadorcito, algunas cuerdas de guitarra para su instrumento, además de ocho cajas de púas sólo por joder.
En plenitud de facultades, con una juventud exultante, no dejó pasar de largo las oportunidades que le brindaba el mundillo del show bussines. Las groopies más viejas, que el gran Elmer Preston despreciaba, a Frank le servían como sobresueldo, dedicándose eventualmente al gigolismo vil.
Vendía sus favores sexuales a cambio de algunos dólares americanos, por ser ésta una de las divisas mejor valoradas en los Estado Unidos. Era, no obstante, un trabajo penoso y duro.
Y mirándolo en cueros resultaba más penoso cuanto menos duro. Dicho en otras palabras: con esas señoras fondonas, arrugadas, repintadas, michelinudas, huesonas, pelícanas, artríticas y feas, un tipo veinteañero se excitaba más bien tirando a poco.
Dependiendo del estado de la clientela, Frank se lo hacía con gafas de invidente o mirando calendarios de taller mecánico, y cuando la vieja inspiraba menos que un cubo de esputos, el chico se concentraba en otra cosa, pensaba en la pasta y se entablillaba el miembro con dos palos de helado dándole unas vueltas de cinta aislante sustraída a los técnicos de sonido.

Al concluir la temporada juntó algo de dinero y algo de material y se atrevió a alquilar un rellano de escalera con derecho a garaje.

Allí dormía dentro de un saco en el que era pisoteado casi todas las mañanas por los vecinos que salían a sus quehaceres laborales con los ojos llenos de legañas, hasta que cayó en la cuenta de que tal vez dormiría mejor en el garaje a pesar de la humedad, que en ese rellano donde todo el edificio se dedicaba a marcar en sus carnes la más variada y extensa gama de suelas.


Fue robando día a día las esterillas de bienvenida que presiden las puertas de los domicilios y con ellas terminó forrando por completo su garaje, haciendo de él una estancia confortable.
Ya acomodado, pagó un anuncio en una modesta publicación solicitando jóvenes que supieran música, para formar una banda de vanguardia.
Al principio contactaron con él tres muchachos intrigados por lo que era vanguardia, por qué quería decir banda, o a qué se refería con la palabra formar. Se llamaban Vinnie, Joe y Tony.
Días despuén fueron llegando otros chicos preguntando por el significado del vocablo música, por dónde estaban los lavabos y por si habían venido Vinnie, Joe y Tony.
Con ese material humano para el casting, lógicamente Frank se tuvo que conformar con Vinnie, Joe y Tony.
Una vez aclaradas las dudas semánticas, creyó que quizás cuando se les pasara la cogorza fueran capaces de tocar algo de música.

Era necesario conseguir una sala de ensayos para que la vida los pusiera realmente en la realidad real, ya que aquel trío navegaba sin descanso en una suerte de realidad supuestamente virtual de percepciones onírico-festivas con serias lagunas funcionales.
Llegado el día, los tres virtuosos, ante el asombro de Frank, se sortearon los instrumentos.
A Vinnie le tocó el bajo, a Joe la batería y a Tony el teclado. Los coros los harían un rato cada uno y si acompañaba la fortuna probarían los tres a la vez.
Frank Zappa se venía abajo por momentos.

(Continuará.)


domingo, mayo 13, 2007

 

--AMOR, BENDITO SEAS--

El amor, ese pájaro alado que mueve el motor del universo, ese halcón que trepa el aire hasta hacer cumbre y después se tira un picado a una velocidad de vértigo para abrazar la blanca paloma del corazón y desgarrarla, no podemos permitir que sea un valor a la baja. Luchemos por él aunque nos tilden de acentuarlo. Un sentimiento tan bello jamás puede ser cursi.

- ¿Me quieres, Adorfo? 

- No me llames Adorfo, llámame Bennardo.

- ¿Me quieres, Bennardo? 

- Sí, Malena. Tienes nombre de tango. 

- ¿Pero mucho? 

- No sé. Te quiero. 

- Pero ¿cuánto, cuánto? 

- Bueno, el amor no es mensurable, no es ciencia centimétrica o kilográmica, no mide, no pesa. Te amo. ¿No basta con eso? 

- No te me vayas por la colindante. Quiero saber cuánto me quieres tú a mí. 

- Más que a otras personas, Malena 

- No me llames Malena, llámame Madalena. 

- Oh, Madalena, tienes nombre de repostería. Si hicieras fotos podrías ser repostera gráfica. 

- ¿Más que a quienes? Concreta, Bennardo. 

- No me llames Bennardo, llámame Endrique. 

- ¿Más que a tu hermano o a tu padre? 

- Más que a mis parientes en general, Madalena. 

- Mejor, llámame Magda. 

- Magda, te quiero más que a todos mis compañeros de trabajo juntos. 

- Pues dime cosas bellas. Muéstrame tu amor sin fisuras. Rásgame el alma a verbazos. 

- En el arcado iris de tus ojos, contemplarse pueden innúmeros colores y en tus labios leer inlétreas palabras... 

- Bien, Endrique, bien. 

- ...Cuando estás a mi lado se me van las fuerzas. Me siento rendido y débil. 

- ¿Cómo de débil? 

- Mucho, Magda. 

- No me llames Magda, llámame Lena. 

- Mucha flojera, Lena. 

- Un ejemplo o algo, venga. 

- No tengo fuerzas cuando te tengo a mi vera ni para morder un donut. 

- Ole. Ese es mi Endrique. 

- No me llames Endrique, llámame Vístor. 

- Vístor, sigue, por dios, sigue continuando. 

- Sin ti, Lenita, vivo en penumbra, en sombra. No luce el sol si no estás tú. 

- ¿Oscuridad total? 

- Sí, mi amor. Cuando te me ausencias, me da menos el sol que a la barriga de un lagarto. Palidezco y me defenestro.

- Guala, cómo me estoy poniendo, Vístor. 

- Y yo, y yo, Lena mía. 

- No me llames Lena, llámame el jueves. 

- Estaré esperando. Contaré las horas. 

- Valor, Vístor, valor. 

- No me llames Vístor, llámame Grabié. 

- Grabié, qué dulce eres. 

- ¿Cómo de dulce? 

- Como la dieta de un hospital.

- Pues tú aún lo eres más, amada del alma. 

- ¿Ah, sí? - Sí, Lena, sí. Si te llamaras Nati serías mi pequeña Natilla. ¿Es eso bastante amor? 

- Ay, ay, ay, qué humedad, virgen santa... Y tú si te apellidaras Buesa, tendrías que llamarte Fran.

- Oh, amor, creo que deberíamos morir.

Sólo puede haber algo más grande que el sublime amor de una pareja: el especial para grupos.

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