domingo, agosto 27, 2006

 

--QUÉ PASA--



Todo me daba vueltas dentro de la lavadora mientras se estaba centrifugando por segunda vez la cabeza de mis facciones, esa que suelo llevar de tanto en cuanto a que le corten el pelo. Si los que se creen listos acostumbran a resultar bastante tontos, seré tonto seguramente. Pero si acabo de decir lo anterior, a lo mejor no tanto. Cómo pueden ser ciertas una cosa y su contraria. No suena por el auricular derecho y por el izquierdo exactamente la misma canción. Con qué pie seguir el ritmo entonces. Hay que centrarse y promediar, qué remedio. La tonada de las canciones se marca mejor a saltitos con el culo, porque el culo tiene más claros sus meridianos que la cabeza y además no necesita tanta peluquería y tanta hostia. Para qué entra todo el mundo en nuestra casa por la noche y cambia los muebles de sitio. No sé qué sacan con que choquemos o nos volvamos locos buscando las cosas. Si una lámpara te concede tres deseos, puedes pedirle tres lámparas, y a esas tres, tres más. Pero en algún momento contente y pide otra cosa. No vaya a ser que te llenes de lámparas y tengas que montar un almacén de venta al por mayor para que los deseos que se cumplan sean de los demás. Estoy radiante, cegador: tengo tres millones de lámparas que me conceden la oportunidad de triplicarlas cuando quiera. Pide una lavadora nueva, una verdad de ida y vuelta, y que tu culo se llene de pentagramas. Marcela decía que con poca luz es suficiente, que sólo puede ser tonto uno que piense, uno que crea o uno que espere. Cuando Marcela, la comadrona, me arrancó la madre, podría también haberme avisado de que no veníamos gemelos ni trillizos, que estaba viniendo solo, que ahí estaba el tema, que fuera tomando nota. Qué ven los otros cuando se ponen la mano de visera desde lo alto del mirador. Qué fotografías eligen y por qué. Los porqués son entretenidos y los paraqués el sumum. Dice un documental de la tv que el aire caliente pesa menos que el frío y por eso sube. Pero por qué coño pesa menos y para qué: Para nada, descartada una incógnita. A lo mejor pesa menos porque los componentes del aire se engordan, ahuecan o lo que sea. No presté mucha atención, la verdad. Pero es que además daría igual lo que explicase el físico, ya que yo volvería a decir que por qué se ahuecan o engordan o lo que sea. Él entonces notaría que en realidad todo eso me importaba poco, que yo ya sabía de antemano que él no podría llegar al extremo de las cosas porque tal vez ni siquiera lo tengan. El interés está en acabar las cosas, no en empezarlas, y en contradecirse sin tregua. Es la manera de impedir que se instalen en la cabeza centrifugaciones y certezas, círculos completos que sólo podrían expandir estallando. Voy por el campo, me agacho, cojo una piedra de buen tamaño y la lanzo lo más lejos posible. Cuántos siglos tiene esa puta piedra. Más o igual que las pirámides, pregunto. Cuando el primer idiota de caverna prendió fuego, cuántos siglos tenían ya esas llamas. Debería estar en un museo, junto a un montón de guijarros, el primer cigarrito que compré suelto en los billares o la primera paliza que me dio un maestro, sigo el interrogatorio. Qué es más valioso, el dolor, las lámparas, el teatro griego, la temperatura del aire. Qué. La próxima vez que pase el famoso cometa ese de cada 75 años le saludaré con la cabeza, o con la mano, o con la otra mano, o mejor con el culo. O pasaré de él porque me pillará pensando en algo realmente importante, algo vital y trascendente como esto de ahora mismo. Ya que sólo pensando se puede llegar a tonto. Lo demás son meras imitaciones. Ni siquiera nada.

jueves, agosto 24, 2006

 

---MUERTE LETAL EN NEGRO---

INTRO

Parkinson Pérez no dejó la policía por su desmedida afición al alcohol, ni por su tendencia a las apuestas –le gustaban guapas las mujeres- ni por haber golpeado mendigos, sino porque no era policía, trabajaba como guardia de seguridad en unos grandes almacenes. Unos almacenes de 10.000 kms cuadrados, algo así como el territorio que necesita dominar un macho de lince para no sentirse amenazado por la visita de familiares.
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FLASH BACK
La señora Brenda Pérez y su marido el señor Cornelius Mondrián de Pérez encontraron aquella noche cuando fueron a recoger su coche tras una copiosa cena, justo bajo el tubo de escape de un Ford Lincoln Continental del 76 a un bebé de escasas horas.
Lo adoptaron y le llamaron Parkinson, que en navajo significa el hijo del parking.
La señora Brenda era navaja y el señor Cornelius afroamericano negro.
Parkinson era caucásico albino teñido.

FLASH BACK
La señora Brenda nació 38 años antes en Nevada y todo en ella es irrelevante.
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Parkinson está hoy en un motel, entre la autopista 45 y la otra, apoyado en la máquina del tabaco y llorando por Carlise. Ella le ha dejado y eso que él le había dicho más de una vez, no me dejes, por favor.
El barman y las putas lo compadecen. Es normal que beba. Si ya su mujer lo abandonó por borracho, cómo quieren que ahora no se harte de cerveza y tequila.
Son las cinco de la madrugada y sólo quedan en el bar unos tipos jugando al billar, dos parejas bailando una lenta de Garth Brooks y un centenar de gamberros que han montado una reunión de scooters y que hacen caballitos en lo alto del mostrador.
Nadie se atreve a cortarles el vacilón. Son duros, barbudos, altos y gruesos. Son tres veces más grandes que sus motos. Y el sheriff no pasará por allí al menos en un cuarto de hora, hasta que baje de echar el polvo. Es un cuarentón flaco y sin sangre, que tarda trece minutos en vestirse.
Alguien debería parar esa locura. Tal vez Parkinson. Es el único que no tiene nada que perder.
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FLASH BACK
La señora Brenda y su marido salieron endomingados y felices con el retoño en brazos hacia la parroquia. En la misa de doce darían cristiano nombre y buena religión al pequeño hijo: José Santiago Evangelista de la Cruz Parkinson Pérez Mondrián.
El chico prometía. Cuando el reverendo Stuart lo acercó a la pila para darle santo bautismo, el niño se amorró como un camello que hubiera atravesado los llanos de Mongolia haciendo trasbordo en el Sahara y se bebió media.

FLASH BACK
Garth Brooks, un año antes había sacado el disco que sonaba en la sinfonola del bar, y con el single “Rodeo” consiguió llegar al número uno de todas las listas americanas. Vendió cuatro millones de discos sólo en Luisiana y unas cien copias en Boston.
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Parkinson reta al cabecilla de los moteros y éstos lo matan por tandas.
Nadie en el local se atreverá a declarar ante un juez lo que ha visto.
Pero el sheriff también lo ha presenciado mientras bajaba por la escalera.
Saca su revolver y les apunta. Él está dispuesto a detenerlos, pero lógicamente no lleva esposas suficientes. Tendría que ser un policía musulmán para tener tantas. Así que logra maniatar a dos y los otros 98 se le escapan.
Son Larry Scoriel y Washington Freeman, ambos de raza negra, pero sobre todo uno.
Entre él, las putas, los clientes y el barman, linchan a Freeman para que le sirva de escarmiento al otro.
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FLASH BACK
El sheriff, cuyo nombre era Darren Warren, o Warren Darren, -no importa- antes de ingresar en la policía fue arrestado varias veces por intentar ingresar en otros lugares, pero el hecho de estar casado con Marion, la hija del ferroviario que encontró agua en un pozo, le salvó el expediente.
Un día iba por la calle sexta, esquina Álamo Park cuando de pronto se topó con una moneda de cinco dólares. Creyó que era como la señal de un cambio de suerte, pues hasta el momento sólo había encontrado monedillas de centavo. La lanzó al aire y esperando que cayera de cara, formuló su deseo. Y en efecto se le realizó, cayó de cara.
Darren cambió el carácter como el que cambia de gafas y a partir de ahí fue un hombre distinto. Hasta se tuvo que hacer fotos nuevas para el carnet.
Lo admitieron en el cuerpo y en pocos años ascendió a sheriff del condado.
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Larry Scoriel se mostró arrepentido al ver ahorcado a su compinche y se hizo confidente del sheriff a cambio de libertad. Sabía muchas cosas de las gentes pese a ser forastero.
Warren supo entonces gracias al chivato que Carlise , la esposa de Parkinson no abandonó a éste por sus vicios sino porque el matrimonio se le estaba poniendo aburrido y necesitaba espacio y un poco de tiempo y distancia para organizarse las ideas.
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FLASH BACK
Parkinson estaba en su puesto de segurata. Era su primer día y los nervios se le apoderaban. Necesitaba ese trabajo. Si no conseguía pasar el periodo de prueba no sería capaz de hacer frente a las facturas. No podía fallar.
En la caja 14, una muchacha hacía cola con una bolsita de donuts. Vestía vaqueros y una camiseta de los Indiana Pacers.
A Parkinson le impactó el volumen de sus pechos. Una chica tan delgada con unos pechos tan grandes. Y creyó que intentaba robar, que escondía en ellos algún producto.
Se fue para ella y le dijo en voz baja que qué llevaba en los sostenes, si eran quesos o barras de embutidos choped. Ella se mostró indignada y armó el taco. Parkinson sacó el arma reglamentaria, la encañonó y la obligó a ir al despacho. Allí una empleada la desnudó y recuperó para la empresa dos jamones de york.
Parkinson fue contratado fijo y su mujer le propuso ir a la playa. Todo fue muy bien durante unos meses. Pero un día, Margaret Perkins, la ladrona de las tetas, en venganza se lanzó con su coche contra la cristalera de los almacenes en la que se apostaba Parkinson y arrolló con todo.
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Aunque colaborase mucho, al sheriff , Larry Scoriel no le parecía trigo limpio. Lo investigó en los ratos libres y vio que de vez en cuando acudía a un apartamento miserable de un bloque casi en ruinas. Una noche entró a hurtadillas en el edificio, le colocó micrófonos por todas partes y le pinchó el teléfono con una jeringuilla para extraer muestras de adn.
Larry, el chivato, era un agente doble. Le contaba al sheriff las intimidades de la ciudad entera, pero por teléfono también le explicaba a la mujer del sheriff todo cuanto éste hacía, a quién veía, con quién trataba, cuánto rato se tiraba en el bar, etc.
Así, la esposa de Darren le exigió el divorcio y lo dejó en cueros.
Warren, avergonzado, huyó al extranjero, y Larry ocupó la vacante con carácter interino.
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FLASH BACK
Parkinson salió del atentado con varias costillas rotas y varias sin romper.
La chica murió en el acto a los pocos días.

FLASH BACK
Larry Scoriel, nacido en Oregón, paseaba por el centro de la ciudad con la despreocupación de cualquier joven de 17 años, cuando al pasar por una tienda de motos scooter, vio una que le gustó.
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Los padres de Parkinson al serles notificada la muerte de su hijo, se afligieron y juraron vengarse. Había sido un buen hijo, con sus defectos como todo el mundo, pero un buen hijo. Quizás echaba un poco los pies hacia fuera al andar, pero un buen hijo.
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FLASH BACK
Un macho de lince alcanza la madurez a la edad de adulto.

FIN


domingo, agosto 20, 2006

 

--TRES HURRAS, TRES INCIENSOS Y TRES BIRRAS--

Aquel cachorro cambió nuestro concepto de perro. Incluso nuestra idea sobre la vida y los seres que la habitan en general.
Cuando llegó a casa era como una especie de anguila vertebral, como una caja torácica envasada al vacío, como un costillar con cuatro patas como cuatro cañas, chepa de ciclista bajando un puerto y morro de oso hormiguero con cañón recortado.
Y listo. Listo como el hambre.

Hicimos varios experimentos para conocer su enorme inteligencia.
Cuando le poníamos comida, se la comía. Y cuando no, el muy cabrón, se abstenía de comer. Sabía perfectamente qué tocaba hacer en cada situación, qué acciones tenían sentido y cuáles no.
Si sentía sueño, se tumbaba y dormía como un leño durante semanas; y si estaba desvelado, continuaba en la misma postura pero sin dormir, controlando el entorno con aguda mirada de escrutinio.

(El escrutinio es una variedad de crótalo que se caracteriza por su impresionante visión de campo. Es capaz de ver el océano entero mirando rectilíneo en una sola dirección, aunque justo delante de él hubiere una roca de quince metros de eslora. Ve la jugada, como Laudrup en los buenos tiempos de Laudrup.)

Ese perro de mirar profundo y hechicero veía el universo. Para nosotros lo que estaba enfocando desde hacía siete horas no era más que una zapatilla, pero para él no. Su visión cinesmascópica abarcaba el cosmos.



Y se hizo con los meses un macho enorme. (Bueno, siempre hemos supuesto que era o bien un macho, o bien una hembra con dos quistes debajo del culo, ya que muchos perros crían bultarracos por aquí y por allá.)
Lo que pasa es que no levantaba apenas la pata para las micciones y por eso no acertaba a los setos ni las ruedas.
Creímos que tal vez eso fuese una tara, pero no; con el tiempo descubrimos que era un animal de naturaleza tan mayestática que con sus meadas por el jardín nos indicaba dónde, para equilibrio del universo, debería ser plantado un árbol a su nombre.
En mi casa sólo se oían cosas como:
“Creo que intenta decirnos algo, cari.”
“Joder, qué peste, ¿has sido tú?.”
“Mira qué bonito está ocupando todo el sofá.”
O:
“¡ Qué de pelos por todas partes, la virgen.!”

Era ruso por los cuatro costados. Era un auténtico Zar.
Las contadas veces que se dignaba en mostrarnos que sabía caminar, lo hacía con elegantes saltitos, como un primer bailarín del ballet Borzoi, como un cuadrúpedo Nureyev con el pecho cual quilla de barco.
Y flaco, flaco igual que un espíritu porque él era un espíritu. Sólo así se comprendería que cagase como tres veces más de lo comido.
Una vez pusimos en un bol su ración de pienso y al día siguiente en el mismo cuenco los truños que produjo, y en efecto: no cabían ni de coña. Ese perro se vaciaba de sustancias insustanciales para quedarse únicamente con el alma de las materias.
Cuando en el invierno pasado detectamos en uno de sus cagarros dos huesecillos curvos y delgados, nos alarmamos creyendo que algún desaprensivo le había tirado por la valla restos de cordero o pollo y corrimos a golpear a los vecinos de las casas más cercanas por si hubiera sido cualquiera de ellos.
Estábamos equivocados.
El Zar, fino como nadie, había evacuado con las heces dos de sus propias costillas, concretamente las últimas que van a dar ya con la parte abdominal, para ser aún más esbelto, más cintura de avispa, para ser algo similar a una diva de los 40.
Se quedó hecho una especie de Greta Garbo-Gloria Swanson-Errol Flint que dejaba sin aire a cuantos se le cruzaban.
Su regio porte, sus ojos fijos e imperturbables y su cara de extrema inteligencia durante un tiempo nos tuvieron convencidos de que se trataba de un rey de las Españas y no de un emperador ruso. Lleva genes de borbón seguro, decíamos con orgullo.
Y él se iba a su cacharro del agua a beberla con caña, mirando todo de soslayo, sabiéndose admirado y eructando en disimulo tras dos sorbos de Perrier.

Cómo podremos olvidar su alta figura de perro hecho para el baloncesto enebeá, su agudo olfato capaz de detectarse las pituitarias sin ningún esfuerzo, su larga y plumera cola de blanquísimo pelaje que aparecía erguida como un domingo de ramos al sobresalir de los matorrales.
Cómo olvidar eso, si parecía que estuviera desfilando el paso del santo sepulcro en la semana santa salmantina. Daban ganas de subirse a un balcón para cantarle una saeta a poder ser también salmantina.
Cómo no retener en nuestra mente para siempre ese perfil manoleteño, torero y desafiante, ese perro de danzar jerezano, ese rejoneo de salón hecho galgo...

SAETA
Ay, Zar de la zar Zarrusia
Ay, Zar de la zar Zamora
Que tengo el alma de pena
Que tengo una pena de alma
Que tengo el cuerpo de lluvia
Que tengo una mala hora
Que tengo la pena llena
Que tengo los ojos malva
Que tengo en luto la vista
Que tengo todo que llora
Que tengo prieta la agenda
Que tengo hora en el dentista
Ay Zar de la zar Zarrusia
Ay, Zar de la zar Zamora.


El Zar siempre supo que en realidad no se llamaba Pellicena, pero nos seguía el rollo.
Buen chico, buen chico...

martes, agosto 08, 2006

 

--EL ARCIPRESTE DE UTAH--



Hoy en este curso acelerado de verano conoceremos un poco a John Ruiz, El Arcipreste de Utah.
Vivió en el siglo XIV en un estado de lo que fuere a la postre la América.
Ingresó en la Armada de Su Alteza real, el Conde de York con la idea de conquistar el reyno de Nafarroa y de ahí pasar a Segovia, Salamanca, Soria, Sevilla, y todas las ciudades principales que empezasen por S.
Una industra ambiciosa que no regateaba en dificultades.Era también en los ratos de holganza, el mayor poeta de la fragata, dueño por demás de grande ingenio y talentura.


Unos versos rescatados del olvido dicen así, (en castellano antiguo):
Y pues de todo bien es comienzo y raíz
María, Virgen santa, por ello yo, John Ruiz,
Arcipreste de Utah, aquí primero hiz
un cantar de sus gozos siete, que así diz:
Siete lupeznos tien la lupa
Siete lupeznos al tras de la escoba
Uno me da leche
Otro mantecadas
Otro me da penas
E los otros quatro nada.



Se decantó por el idioma de Castilla tras comprobar que el uso de lenguas muertas producía halitosis.

El Libro del Buen Humor es su obra más destacada.

CAPÍTULO 6
En la travesía por los mares atlánticos, la navegación se prolongaba durante años y era por tanto aburrida. Se comían encurtidos, salmorras y cueros, con lo cual la única distracción era el escorbuto.
John Ruiz, sin embargo, de natural bromista y creativo, siempre estaba urdiendo ardides, tejemanejes y artimañas para despertar el gracejo de la tripulación.
Se escondía en la parte de delante del barco, por fuera, y desde allí asomaba sibilino para tirar latas de orines a las espaldas de los que pasasen confiados. Ellos creían que eran simples salpicaduras de la mar, pero luego hedían como demonios agrios*.
O si no, les azuzaba ratas a los tobillos, les clavaba agujas de tejer redes en el culo, etc.
Pero era querido. Le llamaban el más cabrón de proa.
Eso tiene su reflejo en estos versos de su puño y letra:


Cualquiera que lo oiga, si hacer versos supiere,
puede más añadir y enmendar, si quisiere;
ande de mano en mano, téngalo quien pidiere,
cual pelota entre niñas, tómelo quien pudiere.
Ya que es de Buen Humor, prestadlo de buen grado
no desmintáis su nombre, no lo hagáis reservado
ni lo deis por dinero, vendido o alquilado,

porque pierde su gracia el Buen Humor comprado
No corta el mar sino vola

un velero bergantíes
De acuesta a acuella confinadura

Con cien caniones del colorado.

John Ruiz.
(Fin de la primera parte.)

*Era creído en esa época que los demonios segregaban azufre con vinagre al sentirse amenazados a través de una glándula que se hallaba bajo su cola. Y que la Tierra era hexagonal de color malva, se movía en sentidos pendulares y por la noche se daba la vuelta para no ver la luz del sol y poder dormir sin necesidad de cerrar los ojos..

Notas a pie de página: Foto uno- Fragata del protagonista.
Foto dos- Retrato de una persona.
Foto tres- Talla de madera tradicional que se colocaba en el morro de los navíos y a la que se agarraba John Ruiz para esconderse en sus travesuras. (Y todo sea dicho, de la que salía sudoroso y con muy buena cara.)

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