domingo, julio 30, 2006

 

-- EN DEFENSA DE UNA RAZA--

Antes de que existieran superhéroes de todo pelaje, tipo Superman, el hombre araña, tipo Despiderman, el hombre empresario, tipo Batman, el rata gótica, o tipo Salfuman, el hombre desatascaváteres, en la España peninsular, tipo la piel de toro, -nunca confundir con el archiélago canario, tipo la piel de plátano- habitaba un singular superhombre.

Se trata de un espécimen que arraiga en lo más hondo de la cultura latina.
Es fuerte, fibroso, bajito, redondo y rudo.
El primer resto de tal maravilla se fecha allá por el siglo dieciocho o un poco antes, quizás en la madrugada del siglo dieciocho, o quién sabe si incluso antes de que los romanos bombardearan Segovia.
También hay doctos que aseguran su aparición entre los siglos dos y cinco antes de cristo. Estas opiniones son de la opinión de que este ibérico portento era medio carpeto, medio vetón y en una tercera mitad mezcla de oso astur y muflón de Gredos.

Pero cuándo nace, no es lo interesante, lo cojonudo es que aún quedan en nuestros días algunos de ellos.
Y cómo no, yo tengo un amigo perteneciente a esta raza de superhéroes.
Ayer, sin ir más lejos, nos estábamos tomando unas copillas después de cenar en el jardín de unos conocidos y de pronto el sobrehumano colega sintió calores y se quitó la camisa.
¡Qué escándalo de tío, su puta madre!
Empieza uno a mirárselo detenidamente de arriba abajo y se encuentra con un cuero cabelludo en la parte de la cabeza, denso, moreno, crespo y azarzalado; luego unas cejas pobladas, más que Bombay, un espeso bigote unido a una frondosa barba que baja por el cuello hasta que, como río en delta se va a desembocar y fundir con los primeros matojos del pecho, un pecho recio de selva indómita, -joder, que hasta un perro es capilarmente más moderado- un pecho que baja peludo hasta la barriga haciendo remolino en el ombligo y se esparce por las lorzas riñoneras para trepar por detrás toda la espalda.
No hay que ser muy listo para suponer con acierto que, observando cómo el pelo le sigue por las patas abajo, por los brazos y por las axilas, si se quitara las bermudas, también la zona de crianza y regocijo, y la de tomar asiento y evacuar, estarían forradas de rizos al cien por cien sin asomo de calvicie.

Es Eggman, el hombre cojón.
El hombre cojón, es todo él un huevo de 70 kilos y 1m coma 65cms. con la facultad de beber y conducir camiones de gran tonelaje.
Mi amigo el superhéroe es capaz de aglutinar toda la cultura hispana de los siglos en momentos límites.
Cuento en el especial de marzo de la revista Sound of Science and Garfunkel, cómo el hombre cojón, al llegar tarde a casa los festivos, a veces ya bien entrado el día, recurre a asombrosos comportamientos que se anclan sin duda en atávicas leyes del pasado remoto. Son datos de los que no tenemos noticia ni documentación impresa, con lo cual son cosas que sólo puede saber alguien cuyo organismo se mueva en un plano supranormal.

El hombre preprimitivo no tenía una sociedad mercantilista ni sabía una mierda de propiedades privadas ni hostias, y por eso Eggman no acierta con la llave en la cerradura ni de coña, su cerebro no tiene el chip de esas zarandajas modernas, se limpia de artificios y su espíritu liberado no entiende para qué sirve ese pequeño hierro dentado, para qué sirve la ranura que aparece borrosa en la superficie de madera, qué es una casa, ni por qué su hembra sale a recibirle al oírlo estamparse contra contra el macetero, para luego rechazarlo con malos modos.
Él es la incomprendida esencia del hombre.
Pero el instinto natural se le manifiesta a pleno rendimiento un poco más tarde, en el lavabo.
Algo en su interior le dice que los perros mean levantando la pata. Ese levantar la pata no es algo baladí, es un homenaje al abuelo lobo, a la puridad de la especie.
Levantan la pata como notarios que levantan acta, que autentifican un hecho. Un perro actual no tiene necesidad de marcar sus dominios, pues en la misma farola se mean catorce mil perros al mes y de facto lo único que consigue es como una suerte de multi propiedad, una farola comunal y diluída, pero lo continúa haciendo como necesario símbolo de identidad.
El hombre cojón cuando está en racha de superpoderes, se orina siempre fuera del inodoro, salpicando en sus bordes toda la estancia y chorreando el suelo, un suelo que luego pisa sin darse ni cuenta para repartir su seña identitaria por el pasillo, la escalera a la planta de arriba, el rellano y finalmente el dormitorio.
Sólo alguien con superpoderes podría, después de mear media casa, darse cuenta de que también lleva meados los pantalones hasta las rodillas.
Algún ignorante podría achacar tal caudal a la cerveza, pero estaría en sinrazón. Mea porque es un hombre huevo, genital y urinario en estado puro.

Concretamente el Hombre Cojón que conozco se llama Rafa y es muy salao.


domingo, julio 16, 2006

 

-- FONDO DE MENTE--


-Siéntese o túmbese ahí.
-¿Dónde.?
-En el mueble ese...el tumbón ese...la tumbona esa... en esa especie de camilla...como se llame...que nunca me sale.
-El diván, será.
-Ahí, en el diván. Y tiéndase como se encuentre más cómodo. Serénese y cuénteme su patología psíquica.
-Verá, doctor, creo que soy poético. Y además soñador humanista entre premoderno y postcolombino.
-¿Síntomas.?
-Una vez me puse los dos calcetines en el mismo pie y creí estar en una realidad paralela.
-Bien... Dice que sueña...
-Sí. Una noche en estado de duermevela, me vi matando a mi padre. Le golpeaba sin descanso con una pala de pimpón.
-Bueno, tampoco es un arma muy sádica...
-¿Es malo.?
-No sé. Tendría que conocer a su padre. Pero, por favor, prosiga.
-Yo mataba a mi padre a palazos.., pero ahora que me viene más claro: le daba con la pala de canto. ¿Será grave.?
-Bueno, sigo sin conocer a su padre, pero admito que con ese método el nivel de odio es mayor. Yo había apuntado un 32% porque pensaba que le golpeaba con lo plano. De canto, la cosa sube hasta un 67, más o menos. Siga, siga.
-A mi padre me unía una relación muy estrecha. Tanto que en muchas ocasiones tuvieron que desengancharnos a manguerazos.
-¿Como a los perros.? ¿Se porculaba usted con su propio padre.?
-¡Nooo! Que va, sólo nos enzarzábamos. La peleas normales en cualquier familia suburbial.
-¿Culpa usted a su padre de ser un mierda de la vida.?
-¿De ser él un mierda...?
-No, de serlo usted, por supuesto.
-Oiga, pues igual sí. Por su culpa yo tengo que currar en un fabricucho de mala muerte. Mire, hay días en verano que paso tanta calor que se me tatúan los calzoncillos al culo. Ayer por la tarde sin ir más lejos, tenía los huevos a la flamenca. Me caían los chorretes por la frente cual lagrimones de cirio... la temperatura, la humedad ambiental, el polvo de serrín flotando, pegándose al cuerpo.... la boca seca como cucharada de arena... los ojos salinos de la sudor, rojos y heridos... la epidermis corporal pegajosa como una tira de esparadrapo... los sobacos irritados oliendo a harinas de pescado... los pies en carne viva presos de sus zapatones punta de jierro... Oh, doctor, era el infierno.
Entonces aproveché que el hijoputa del encargado se fue a buscarme más tajo, para meterme en el lavabo a echar un cigarrito.
Esa especie de zulo con báter... esa sauna infecta con vahos de sudores, orines y cagadas de varios siglos... El calor y la densidad del aire eran aún más criminales que en la nave de uralita... Y me quedé dormido, comatoso, como un reptil de trópico.
Entonces soñé que mataba a mi padre, lo enterraba, lo desenterraba y lo volvía a matar. (Antes había ido a una tienda de deportes a comprarme una pala nueva, porque la anterior estaba hecha astillas.) Y por un instante me sentí relajado, fundido y relajado. A partir de ahí soñé con un paisaje fresco, luminoso, florido, como de anuncio de desodorantes o salvaslips.

-Afine. ¿Desodorantes, o salvasips.?
-No sé. Apunte salvaslips.
-¿Normales, o tanga.?
-Joder, qué sé yo.? Ponga tanga.
-Mmmm... conque tanga, ¿eh?. Es usted un depravadillo...
-¿?

-Mmmm...,tanga..., esas protecciones íntimas tan finillas..., tan y tan finillas..., que son más pequeñas que el propio chumi....,que se le salen los mofletes por los lados... Cuente más detalles, venga.
-Pues eso, que era muy duro.
-¿Cómo de duro.?:
¿Más duro que la chepa de un galápago.?
¿Más duro que una maratón con chanclas.?
¿Más duro que una esponja de baño.?

Elija opción, por favor.
-La B2.
-B2. Apunto. ¿Y qué más sueña?...Porque yo también sueño de vez en cuando. ¿Le cuento un sueño mío.?
-Según.
-Según qué.
-Pues según compartamos los honorarios. Si usted me va a cobrar una pasta por analizarme los sueños, yo también quiero remuneración por escucharle los suyos.
-Venga, vale, ya le haré un descuento. Yo cuando estaba en la universidad formándome para titularme experto en hacer sicoanálisis como este de ahora, soñé que me perseguía una escalera y que siempre que estaba a punto de pillarme, se caía y aparecía un túnel negro con una luz pequeñita al fondo. Incluso creí que era mi alter ego que me estaba explorando el recto con una cerilla, no le digo más. Entonces fue cuando me enamoré de mi madre, que vendía pa
las de pimpón en unos grandes almacenes y usaba bragas como toldos de trailer.
-Pues no sé qué decirle, doctor. Mis sueños son mejores. Creo que es usted un farsante y que lo ha improvisado. Usted no es capaz como yo de soñar que un peine le muerde la cabeza a un taxidermista jíbaro. Esos salvajes son minimalistas de la hostia.
-Maldita sea. Siempre me cazan. Verá, yo lo que he querido ser siempre es sicópata, pero no valgo, por eso me metí en esta carrera, para aprender de los pacientes. ¿Usted sabe cuánto puede suf
rir por ejemplo un cirujano cuya vocación real fuera la de enfermo coronario.? ¡Qué inmenso dolor, envidiando siempre a sus operados.!
-No, mire, oiga, me lo he pensado mejor y me desdigo: era la opción 3C.
-Vaya contrariedad, hombre, no me haga usted bailar el intelecto. Eso cambia todo el discurso y ya no tenemos tiempo de reiniciar.
-Vale, lo siento. ¿Pero cuál es su opinión.? ¿Qué debo hacer.?

-Sueñe menos, olvide el pimpón y piense en la posibilidad del béisbol. Chota de mierda.















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