jueves, marzo 06, 2025
--EL GUARRIAMOR--
Por lo visto hay algunas señoras a las que les gusta que en sus relaciones amatorias las insulten y les digan cochinadas. Nada que objetar. Allá cada cual. Son muy libres, tan libres como lo soy yo de montarme las películas que me dé la gana.
Personalmente nunca he procedido de ese modo en mis relaciones cárnicas. No le he escupido a nadie, ni le he tapado las fosas nasales, ni le he dicho groserías, ni sometido a vejaciones, ni nada por el estilo. Qué le vamos a hacer. No están presentes, en mi poético ser, unas inclinaciones tan faltas de elegancia y chabacanas. Pero analizo la cosa y me da para risa.
Veamos:
Yo entiendo que las primeras veces a lo mejor tiene gracia que mientras coyundas, le vayas diciendo a la señora cosas como "¿Te gusta esto, eh, cachoputa? Cómo disfrutas, perra, ¡toma cachetada, ja ja ja! Mmmm, eres una zorra morbosa. Mira lo que tengo para ti, cerda..."
Pero el lenguaje no es infinito, y a medida que pasa el tiempo y si la pareja es estable, digo yo que oír una y otra vez las mismas porquerías o parecidas acabará derivando en una costumbre sin poder estimulante que no tiene ya ni pajolera gracia. Oye, es imposible que en el coito número 237 se ocurran nuevos discursos soeces para alimentar la libido. Joder, y se me ocurre que si encima van teniendo críos, ya tiene que ser la hostia. Me imagino a los dos cónyuges con 45 o 50 tacos diciéndose puta, perra, cerda, cabrón, cogiéndose por el cuello y dándose nalgadas, y eso ya tiene que ser como escuchar a los testigos de jehová o los telefonistas de Naturgi.
Soy un amante extremo de la libertad, un defensor a ultranza del libre albedrío, un paladín irreductible del haga usted lo que quiera, y me encanta que la gente sea distinta de mí y se lo flipe como le dé la gana, porque eso para mí es fuente de vida, eso me proporciona chorradas de las que seguir riéndome día tras día. Así que, gracias, gente, muchas gracias.