viernes, octubre 24, 2025

 

--LA ANGUSTIA--

 

Eran las ocho de la tarde. Andrea volvía como cada jueves de recoger a su hija en la academia de inglés. Aparcó frente al chalet, bajaron del coche, introdujo la llave en la cerradura, abrió la puerta y entraron. Desde el recibidor podía verse parte del comedor y les sorprendió encontrarlo a oscuras. 

-¡¿Mario, estás por ahí?! -alzó la voz Andrea.

-¡Ya hemos llegado, papá! -gritó Martita, mirando hacia el patio trasero. Pero nadie contestó.

Al encender la luz les sorprendió ver el ordenador encima de la mesa. Sobre él había un pendrive. Eso las intranquilizó definitivamente. Lo conectaron y era un vídeo. Temerosas, se cogieron de la mano y le dieron al play. En la pantalla apareció un primer plano de Mario mirando a cámara.

-Andrea, amor mío, Martita, cariño, ya sabéis que os quiero más que a nada en el mundo. Si estáis mirando este vídeo, eso quiere decir que yo estoy en el váter de arriba haciendo de vientre y viendo en el móvil la segunda temporada de Curro Jiménez. Y como llevo los auriculares puestos, no os oiré cuando lleguéis.

Andrea y Martita se abrazaron angustiadas y rompieron a llorar. Mario había vuelto a recaer. Era adicto a las series. Compulsivo. No importaba cuál ni de qué plataforma. Se pasaba horas y horas enganchado a la tele, a la tablet, o al móvil, nada más que consumiendo series sin parar. En sus momentos de mayor obsesión llegó a ver Cuéntame tres veces. Andrea y Martita estaban anímicamente deshechas. Llevaba ya varios años en tratamiento. Y esta vez parecía que iba mejor.

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