domingo, junio 01, 2025
--UN MERECIDO HOMENAJE--
Arturo Menéndez Ortigosa ingresó en el centro para la tercera edad Virgen de la Cruz cuando tenía 82 años y falleció a los 116. O sea que estuvo en la residencia nada menos que 34 años.
Era un hombre risueño, afable y conciliador, respetado y querido por cuantos le conocieron. Basta con ver la opinión que tenían de él.
Antonio Peláez, 87 años, residente: Arturo nunca tenía un no en la boca. Siempre estaba dispuesto a ayudar, tanto a los compañeros como al personal. Jugábamos al ajedrez y tenía tan buen talante al ganar como deportividad al perder. Para mí ha sido un amigo, un amigo de verdad.
Mariana Salcedo, limpiadora: Don Arturo jamás nos puso una mala cara cuando limpiábamos su cuarto y le hacíamos moverse de un lado a otro de la habitación. Era simpático y cariñoso, se encontrase bien o se encontrase mal. Nos contaba chistes y todo. Súper entrañable. Un sol.
Josefa Lasarte, cocinera: Mira que estuvo años aquí, el pobre. Yo ahora, mal esté decirlo, creo que soy buena cocinera, pero cuando entré hace 12 años, no todo me salía tan bien. Pues, bueno, del señor Menéndez no se oyó jamás la más mínima queja. Era un señor comprensivo y tolerante. Un señor. No como el montón de cascarrabias que hay dando por saco día y noche.
Juan Pablo Villahermosa, geriatra: Lo de Arturo es digno de admiración. Llevó su progresivo deterioro con una naturalidad y una filosofía admirable. Colaboraba en todo lo que podía. Además era un hombre muy culto y educado, un excelente conversador. Daba gusto. Le encantaba leer y cuando su vista ya estaba muy deteriorada, se ponía junto a la ventana para ver mejor. Se ganaba el aprecio de todo el mundo.
Marisa Robledo, enfermera: Cuando Arturo murió, podríamos decir que el centro entero caímos en la tristeza. No había una sola persona que no lo fuera a echar de menos. Eso lo sabíamos todos. Cuando alguien necesitaba una opinión sensata, un consejo, unas palabras de consuelo, al primero que iban a busca era a él. Nunca he conocido a nadie tan bondadoso, en serio. Pondría la mano en el fuego asegurando que no ha tenido un sólo enemigo en toda su vida. Y gente que ha pasado por el centro y luego se ha marchado a otro sitio, cuando pueden se acercan a visitarlo; que hay muchos aquí que no los viene a ver ni su familia.
Eduardo Muñiz Alvarado, director: Lo del señor Menéndez está fuera de lo normal. Es un referente, no sólo para sus compañeros y el personal del centro, sino para el prestigio de la propia institución. Ha sido un honor y un orgullo tener la suerte de contar con él tantos años. Y como no podía ser de otra manera, la dirección, el consejo de administración y los representantes de empleados y sanitarios de la residencia Virgen de la Cruz, en reunión, hemos decidido por unanimidad, colgar del techo de nuestro pabellón de actividades físicas, el pañal y los calzoncillos de Don Arturo Menéndez Ortigosa, retirándolos junto su número de habitación, para rendirle así el tributo y homenaje que merece.