sábado, marzo 22, 2025
--TODOS ESTUVIMOS MUERTOS--
Año ciento cuatro antes de Todo. Estaba el genial profeta demiurgo taumaturgo dramaturgo y edimburgo, Ziri Pandrullo, en una polvorienta plaza de la antigua Persia, ofreciendo como siempre su sabiduría a la chusma, cuando uno de los analfabetos allí presentes le pidió que les hablase de la muerte.
Así habló Ziri Pandrullo
Hermanos, he sacado mis cuentas y yo estaba muerto hace cien años y hace mil y antes de Cristo, de la rueda, del fuego y de las cavernas, pues empecé a estarlo en el mismo instante en que se inició el tiempo.
Y por mi muerte andaba cuando se quebraba la geografía y los continentes se divorciaban nadando en direcciones contrarias. Y en ella estaba también cuando dinosaurios y mastodontes poblaron la Tierra ignorando que iban a terminar en el depósito de una furgoneta.
Y os juro, hermanos míos, que no recuerdo haber vertido ni media lágrima entonces por la vida, pues es minucia insignificante comparada con la muerte: ¿Qué representan, os pregunto de forma retórica, sesenta, setenta u ochenta años al lado de la infinita eternidad?
Yo me apeé una temporada de la muerte en el año sesenta y uno y en eso estoy de momento, echando el rato como buenamente puedo hasta que regrese a ella y me pierda los futuros de las cosas. No estaré ya en los próximos grandes hitos de la Historia, ni cuando Napoleón Bonaparte se eche mano a la barriga para hacerse el retrato, ni cuando a Walt Disney lo pasen a la sección de congelados, ni cuando Michael Jackson se transmute en Copito de Nieve, ni cuando se retire Rafa Nadal... Todas las glaciaciones, diluvios o hecatombes que hayan de acontecer en adelante, lo harán durante mi muerte, pues la muerte, hermanos, como digo, dura siempre.
Y eso es todo. Intentad no emplear con idiotez este brevísimo recreo que os concede la muerte, no vaya a ser que de muertos seáis eternamente idiotas. Aunque la verdad es que da lo mismo.