viernes, mayo 31, 2024

 

--A VER SI VA A ESTAR LOCO--

 

La eminente doctora en neurosicología siquiátrica Marie Trugnard, célebre por descubrir que para tratar una patología de la que no se tiene conocimiento, lo mejor es ponerle un nombre raro, largo y que suene a griego, porque está comprobado que al afectado le alivia salir de la consulta diagnosticado para contarle a la gente que lo suyo tiene nombre, que no eran manías. 

Y desde hace más de veinticinco años a la Fundación Trugnard para la Nomenclatura Neurocientífica le debemos la invención de nombres para más de trescientos desordenes mentales.

Ejemplos:

1) Andreas Romescu acude a la consulta y explica que está muy preocupado porque sus impulsos de competitividad cada día van a más y siente la irreprimible necesidad de compararse con todo el mundo, lo cual afecta a sus relaciones sociales hasta el punto de que la gente huye de él en cuanto tiene ocasión y ya ha perdido el trabajo, las amistades, la mujer y la custodia de los hijos.

Pues bien, el equipo de la doctora Trugnard, tras estudiar minuciosamente el caso, encontró el nombre adecuado para el extraño trastorno. Lo llamó Síndrome del Compulso Compulsivo (SCC)

El resultado del informe médico, publicado en las principales revistas científicas, concluyó que las glándulas soplarrenales del señor Romescu no liberaban lentorfinas y ello propiciaba que a la parte del cerebro que se encarga de la lucidez le faltasen elementos de juicio y le pudiera pasar por la mente cualquier cosa sin aparente sentido ni relación con nada, como lo de medirse con los demás, o no saber distinguir el canto de un pájaro de sus vistas frontal o trasera. No era un capricho de él. Era un cuadro de SCC.


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2) Ahmed Solimán era un beduino tuareg que llevaron a la consulta sumido en un estado de melancolía extrema al cual ningún médico, chamán, ni hechicero, había encontrado explicación. Su familia, amigos y compañeros de caravana, tenían que vigilarlo constantemente porque a todas horas estaba intentando quitarse la vida. Sólo lloraba y lloraba sin parar y sin saber a qué era debido.

Estudiaron al paciente, le hicieron un pack completo de terapias incluida la regresión por hipnosis y entrevistaron a todos sus allegados hasta llegar al detonante de su trastorno: en mitad de uno de sus viajes rutinarios hicieron la parada habitual en el oasis para pasar la noche, y al despertar descubrió con horror que su animal había huido. Desde entonces él se vio como el único tuareg que iba a pie, un deshonor que le reconcomió la moral y lo avergonzó de tal manera que empezó a desear la muerte.

Los expertos de la Fundación Trugnard esta vez lo tuvieron más fácil para bautizar el problema: Ahmed padecía el Síndrome Dario. 

El S.D. es un síndrome horrible para aquellos integrantes de culturas que están férreamente arraigadas a sus tradiciones. (Todos sabemos que hay etnias y tribus que generación tras generación evitan evolucionar por no romperlas) Y en ese contexto, para Ahmed, descendiente de seis mil generaciones de comerciantes caravaneros, ser el primero de su linaje en no tener montura e ir a pie era lo más deshonroso que podía ocurrirle.


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3) Montserrat Mitjamerdeta, una de las becarias que pasó un verano en la Fundación Trugnard para hacer un post grado máster, tuvo su propio diagnóstico.

Esta sicóloga había abierto una consulta particular en su casa y atendía sobre todo a jóvenes como ella. En la Fundación había aprendido a llamar a cada caso con un nombre diferente y si no, a inventárselo. A lo mejor le decía a una paciente que su timidez era porque de pequeña se le cayó el chupete al suelo.., o a un chico que su baja autoestima venía porque llevaba una dieta muy pobre en bromuro de potasa o sindicato de sodio. 
El caso es que el equipo profesional de la Fundación, se dio cuenta de que esta chica lo único que intentaba por todos los medios era no dar de alta a nadie nunca porque si no, de qué hostias iba a vivir. Cuando la llamaban para cancelar una cita se le hacía un nudo en el estómago, le entraban temblores y se hacía pis. 
Tenía el Síndrome de Pánico Severo a No Comerse un Puto Mojón, (PSNCPM).
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domingo, mayo 19, 2024

 

--LA MUERTE PUSO HUEVOS EN MI CULO--


Yo trabajaba en un taller del ramo del metal. Un curro bastante físico. Era Julio, calor tremendo, sudando a chorro… en fin, lo de siempre, hasta que un día mientras cortaba piezas en la sierra, un ligero calor empezó a acariciarme el culo. Al principio era como el aliento de un perro que te estuviera conociendo, pero poco a poco la calidez pasó a mayores hasta casi quemar. Ya no parecía un simpático chucho sino un sospechoso dragón. Al rato la quemazón se fue desvaneciendo pero dio paso al escozor y cuando éste se fue empezó el dolor, un dolor que se agudizaba en un lento crescendo. Y de ser algo que creía ocasional pasó a ocurrirme más a menudo, cada día unas tres o cuatro veces.
Entonces, yo que nunca había tenido problemas anales, imaginé que serían almorroides. Aclaro que las llamo así porque considero que las hemorroides son cosa de ricos y las almorranas de pobres, y como no soy ni lo uno ni lo otro, pues eso; pero bueno, sigamos.
Fui a la farmacia y compré pomada hemoal. Me la apliqué y esperé resultados. Y los resultados fueron que aún me escocía más, aún me dolía más y aún me quemaba más. Probé con otra marca y lo mismo: tenía que salir corriendo al bidé para quitármela. Y el caso es que en el golfo del culo no se me apreciaba ningún bulto. ¿Qué hostias me estaría pasando? Cada vez sufría más, cada vez los episodios eran de mayor duración y cada vez me concentraba peor en el trabajo, así que pedí hora a mi médica. Al cabo de unos días me visitó, me hurgó, no encontró nada y me recetó una pomada que llevaba antibiótico. A raíz del toqueteo todavía me dolía más el culo y en cuanto llegué a casa me unté enseguida la nueva súper pomada, a ver qué tal. Pero no habían pasado ni cinco minutos cuando salí a toda hostia para el bidé a quitarme aquel puto veneno porque la tubería empezó a arderme como nunca.
La cosa ya adquiría tintes dramáticos. Los días pasaban y pasaban y yo ya había momentos en que me retorcía por el suelo como una culebra en la plancha de un macdonals. Cuando ardía era realmente como si el hombre antorcha de los cuatro fantásticos me estuviera porculando; cuando dolía era como si un despiadado navajero me estuviese apuñalando sin piedad y cuando escocía era como si me hubiesen metido en el recto un emplasto de sal, vinagre y guindillas.
Recuerdo -cómo olvidarlo- que un día la insoportable tortura empezó a las doce del mediodía y acabó a las cuatro de la tarde. Seis horas, seis interminables horas, seis eternidades de infierno inenarrable en las que estuve probando todas las posturas que existen para no conseguir nada en absoluto, ocultándome de mi familia, que estaba ya condoliente en la angustia y la impotencia. ¿Dónde están las eutanasias cuando se las necesita?, me preguntaba mientras, tirado por los suelos de mi cuarto, el sudor de Agosto se me mezclaba con las lágrimas.
Me fui a las urgencias del ambulatorio (en mi ciudad hay un ambulatorio y un hospital) y allí me visitó una doctora primeriza y una enfermera de miranda. Otra vez a enseñar el culo y otra vez a que te lo toquetee alguien que no va a tener ni puta idea de qué te pasa. Y claro, lo previsible, otra pomada, otro fracaso y más días de tormento.
Dejé de trabajar como es lógico. Tampoco podía conducir porque cuando me daba el ataque empezaba a retorcerme en el asiento y tenía que parar inmediatamente aunque fuera en mitad de una autovía. Ya no podía tener paz ni para comer con mi familia. A mitad de comida tenía que irme echando hostias a tirarme por ahí, a caminar, a sentarme en el suelo, a hacer el pino… Cuando me ardía el culo fantaseaba con meterme un calipo, todo suave y fresquito, pero la realidad es que si me aplicaba algo frío tampoco me aliviaba. ¡Y es que nada servía para nada, me cago en mis putos muertos!.
Al dormir no me dolía, menos mal, pero tampoco descansaba en paz porque me acojonaba sólo de pensar lo que me esperaba por la mañana cuando fuese al váter.
Yo funciono como un reloj: cada mañana cago. Y juro por mi santa madre que cagar era la puta muerte, era como cagar cristales, como si me hubiesen roto un botellín de cruzcampo dentro, como si bajasen por mis intestinos una procesión de cactus, como si estuvieran construyendo un termitero en mi desgraciado culo.
Al final me fui a las urgencias del hospital con la esperanza de que estuviese de guardia algún proctólogo. Y después de varias horas quien me visitó fue otra doctora y otra miranda. A esas alturas de la comedia ni a mi culo ni a mí nos hubiese importado que nos hubieran televisado en directo para toda España porque ya nos daba igual todo, sólo implorábamos algún remedio. Me dieron más pomadas y pedimos hora al especialista.
Al cabo de unos días fui a la consulta del experto, -donde por cierto también había un tía de miranda- me subí a una camilla rollo paritorio, me espatarré y en cuando me pegó un linternazo y unos tactos, me dijo: Amigo, tiene usted una pedazo de fisura anal to guapa y hay que operar. Y yo le dije: ¿Que qué? No me joda. Si yo jamás le he dado usos recreativos a mi ojete… Y él me contestó que no tenía nada que ver, que son cosas que pasan y ya está, que me pusiera una pomada que llevaba anestésico y que ya me llamarían para la operación.
La pomada, como todas las de antes: una reputísima mierda que escocía nada más ponértela, pero bueno, me consolé con que al menos ya sabía el diagnóstico.
Al cabo de unos días suena el teléfono y me dicen que ya tengo hora para dentro de veinte días más. ¡Veinte días más! Me quería morir. Envidiaba a Jesucristo, a Juana de Arco y a los fakires de la India.
Lo que yo pasé sólo se lo deseo a mis peores enemigos.
Mas como todo llega en esta vida, finalmente me operó el tío ese y fue, de verdad, como si un exorcista me extrajera al demonio del culo: Por fin salí del infierno.
Ahora ya han pasado tres años, pero cada vez que me vienen a la cabeza recuerdos de aquel calvario, pienso que menos mal que no soy aficionado a cazar ni tengo armas en casa, porque de haberlas tenido a mano, seguro que hubiese salido en los periódicos la noticia de que un individuo con las facultades mentales perturbadas se había suicidado con una escopeta disparándose en el culo.




viernes, mayo 17, 2024

 

--HUMOR BLANQUINOSO--









 


martes, mayo 14, 2024

 

--EL MISTERIO DE LOS PERROS--

 Seguro que ustedes se habrán preguntado miles de veces por qué a los vagabundos y músicos callejeros les gusta tanto llevar perros, si a duras penas tienen recursos económicos para mantenerse ellos mismos. Bueno, pues resulta que no es por casualidad. Es por una razón práctica: Llevan perros porque así al menos una parte de sus piojos, pulgas y garrapatas se van al bicho.




domingo, mayo 12, 2024

 

--INFORMACIONES INTERESANTES--

 

--UNA TARDE EN EL ZOO--

Adolfo Artigas era muy aficionado a los animales y le encantaba ver zoológicos. Una vez visitando el pequeño zoo de una ciudad modesta, en una especie de estanque había un letrero que decía "Orangutanes Acuáticos". Cuando se asomó vio con estupor a dos ejemplares flotando en el agua. Rápido fue en busca del empleado más cercano y le advirtió alarmado:

-¡Oiga, creo que ahí hay dos orangutanes muertos!

-¿Cuáles, los de agua?

-¡Sí!

-Ah, sí, sí, ésos se mueren siempre.


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--PREMIO ANUAL DE LA REVISTA THE RED MANTEK--

El gran chef de cinco estrellas Michelín y una Goodyear, Perdiz Muñón, ha sido considerado mejor cocinero del mundo por nuestra revista de innovación culinaria The Red Mantek, básicamente por una versión de la tradicional torrija que este genio de los fogones ha elevado a un nivel de creatividad asombroso.

La receta es la siguiente: A la leche que empapa las rebanadas se le añade una cucharada de calcio en polvo extraído de rodilla de ternera angus y una pizca de coco seco rallado, luego se rebozan con cereales tostados molidos, a continuación se meten al horno tres horas a 250 grados, y por último se acaban de rematar con el soplete, siendo el resultado algo muy cercano a un mineral. 

Cuando le preguntamos cómo se llamaba este postre, él respondió que Torrígidas.




lunes, mayo 06, 2024

 

--LOS CUENTOS BREVES DE ARMANDITO LAFOYETTE--


A Armandito Lafoyette le gustaba seguir las modas, pero se veía ya demasiado viejo para sumarse por ejemplo a la de los pantalones rotos.
Aunque en este caso se sentía bastante a gusto pensando que él casi siempre llevaba rotos los calcetines. Y alguna vez hasta los calzoncillos.
FIN


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