lunes, septiembre 11, 2023
--LA DESGARRADORA HISTORIA DE UNA MOSCA--
Era la estación del AVE de Ciudad Real. Hacía mucho calor. Aquella aciaga tarde Anita revoloteaba despreocupada de un sudoroso viajero a otro. De la calva de un turista al escote de una señora o a la pierna de un bebé… en fin, lo que hace una mosca normal. De pronto detectó a un joven que comía galletas y se fue tras él para ver si pillaba algo. Y tan entusiasmada estaba siguiéndolo que no se dio cuenta de que entraba al tren. Aquello era estupendo. Había mucha gente comiendo de todo, bocadillos, ganchitos, patatas... Era como un bufet libre de migajas, azúcares y chorretes de fantas y cocacolas… el paraíso para una mosca, vaya.
Pero, ay, amigos, al cabo de varias horas, el tren se detuvo, los pasajeros fueron bajando y Anita al salir del vagón se encontró en un lugar totalmente desconocido. No era Ciudad Real. ¿Qué había ocurrido? Se empezó a poner nerviosa, se olvidó de la gente y voló lo más alto que pudo hasta posarse sobre una farola para tener más campo de visión e intentar comprender. ¿Qué era aquello? ¿Dónde demonios estaba? Había mucho más ruido del normal y el aire sabía a humo. Voló y voló como una loca sin saber a dónde. Se hacía de noche y empezaban a surgir miles de luces por todas partes. Intentó contactar con otras moscas, pero allí no conocía a nadie. No tenía amigos ni familia. Estaba sola en un sitio extraño. ¡Completamente sola! Y no sabía cómo había ido a parar ahí, ni por qué había desaparecido Ciudad Real. No había estatuas de Don Quijote por ningún lado, ni olía a queso manchego. La angustia y el miedo se apoderaron de Anita. Le estallaba el corazón, le faltaba el aire, le dolía el pecho, y de tanto volar y volar, sintió que las fuerzas la abandonaban. Casi desmayada se posó en una acera y comió un poco de caca de perro para recobrar energías, pero no sabía como las de Castilla La Mancha. Anita se apartó a un rincón y lloró y lloró hasta morir ahogada en pena. Estaba en Barcelona.
