viernes, septiembre 22, 2023
--EL TIEMPO Y SUS VELOCIDADES--
- Hombre, Ramón, cuánto tiempo sin verte.
- Pues sí, hace mucho, mucho, mucho que no nos veíamos.
- Ya lo creo, pero mucho, mucho, muchísimo, o más.
- Es que cuando se hace uno viejo, el tiempo pasa que te cagas de rápido. Es increíble. No te das ni cuenta de cómo vuelan las hojas del calendario.
- Ya te digo. Cómo será de cierto, que del año pasado a este, ya han pasado tres o cuatro.
- La solución está en ir con el tiempo, en sincronizarse con él.
- Ya, pero a mí siempre me ha costado un huevo sincronizar. Yo sincronizo como el culo. Mira cómo será la cosa, que de joven me apunté en la piscina municipal a un curso de natación sincronizada y no pasé de la primera prueba porque tanto en estilo braza como en espalda, era incapaz de sincronizar mis propios brazos.
- Pues yo para combatir la vertiginosa rapidez del tiempo, siempre que puedo me meto en salas de espera de dentistas, en hospitales, estaciones y sitios así, o me pongo a hacer cola donde veo que hay atasco, en un banco, en una pescadería, en el metro... porque es donde el tiempo pasa más despacio y es una manera de compensar.
- Me parece muy buena idea, Ramón... pero, hostia, ahora que miro el reloj: sólo llevamos hablando cinco minutos y ya han pasado dos horas y media.
- ¡Mierda! Pues me largo, que tengo prisa.
- Tener prisa es sincronizarse con el tiempo.
- Venga pues, hasta dentro de unos años.
- Hasta luego.
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