lunes, junio 12, 2023

 

--MOMENTOS EMOCIONANTES DE MI VIDA--


Yo vivía entonces en Wisconsin. Me faltaba poco para cumplir cuatro años y toda la familia estaba tremendamente excitada porque esperábamos la carta. En realidad esa carta era para mí, pero la inquietud se había apoderado también de mis padres, de tía Mildred y de mis dos hermanos mayores, Joey y Margaret.
Hasta que por fin llegó el día. Mi padre al regresar de su trabajo como vendedor de seguros, abrió el buzón y allí estaba.
Era un sobre grande y grueso, importante, con un sello precioso. Entró en la casa temblando y nos llamó a todos a gritos. Mamá dejó los trastos de la cocina y salió corriendo al comedor. Mis hermanos bajaron desde sus habitaciones saltando los escalones de tres en tres. Y tía Mildred derrapó por el pasillo y apareció en su silla de ruedas como un bólido entrando a boxes.
Mi padre me dio la carta, pero yo aún no sabía leer. Así que finalmente desplegó el papel que venía dentro y calándose bien las gafas lo leyó para sí. Poco a poco su cara se fue congestionando y sus ojos llenando de lágrimas. Todos estábamos en ascuas, hasta que mamá no pudo más y le gritó “¡Por todos los diablos, Larry, dinos qué dice!”
Entonces él, mirando a los demás de pasada, me tomó por los hombros, me zarandeó con alegría y dijo “¡Te han admitido, Tommy, hijo mío, te han admitido!”
La Universidad de Columbia había aceptado mi solicitud para entrar en su parvulario.
Todos lloramos y reímos abrazados. Y ahora, veinte años después, que ya soy quarterback de los Giants, lo recuerdo como uno de los días más felices de mi vida. ¡Dios bendiga América!
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Imagen de Columbia desde la ventana de mi habitación.



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