martes, octubre 25, 2022

 

--LAS COSAS 10--


El otro día mientras daba un paseo, caí en el detalle de que prácticamente todas las películas que he visto sobre la vida de figuras del espectáculo coinciden en que, o bien han palmado por los excesos de bacanales y endrogamientos, o bien han tenido etapas en su vida en que han estado hechos mierda por meterse de todo y pasarse un huevazo con las fiestas. Me vinieron a la memoria las pelis de Freddie Mercury, Elton John, Aretha Franklin, Miles Davis, Judy Garland, etc. y por supuesto las de Jim Morrison o Hendrix. 
En fin, la cosa es que casi todos los superstars en un momento u otro sucumbieron a la vorágine drogosexual. Y acostumbraba a ser porque el estrés de la fama, las entrevistas, las giras mundiales y todo ese trajín que conllevaba el estrellato les deprimía y no podían sobrellevarlo si no era a base de coca y orgía.
En ese punto es cuando repaso mi propia vida y la del montón de currantes que he conocido a lo largo de ella, y me doy cuenta de que a un supermegacarpintero como yo mismo no le ha pasado eso, y estoy seguro de que ni al mejor electricista de Barcelona, ni al mejor carretillero de España, ni al soldador más preciso de Europa, ni al yesero más fino del mundo, tampoco. Y eso que en muchos casos hemos trabajado más horas que Kunta Kinte, con más presión que un neumático y sudando el doble que el bueno de James Brown.
Y la conclusión que extraigo finalmente es que a esos genios del escenario, todo el talento que les sobraba como artistas, les faltaba para el resto de la cabeza. 



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