lunes, marzo 07, 2022

 

--LAS COSAS 6--


Paseo un día más por esos caminos de tierra que me airean la cabeza y se me ocurre qué bueno sería poderle hurtar los sueños a un perro, en vez de escuchar las noticias sin saber si habrá entre ellas alguna que sea cierta.
Tres cuartas partes de la vida dormido -joder, qué envidia, los perros-, sin posibilidad de crear prejuicios. Porque estar vivo y consciente consiste precisamente en eso, en añadir prejuicios a nuestros cerebros. Y es natural, pues con el paso del tiempo, con la experiencia de conocer cada vez a más personas, a uno se le va poco a poco engrosando la muestra de población en que basar sus sospechas sobre los demás. Es pura cuestión estadística. Y ahora, pues eso, por edad, ya soy una persona con bastantes prejuicios. Es así, no hay que darle más vueltas...
Y mientras suspiro pensando, ay, quién pudiera dormir como los perros, va y se me cruza un futinguero cuarentón, disfrazado de atleta profesional, con sus mallitas relucientes, su relojazo guapo, sus gafas fashion y yo qué sé cuántas cosas más. Y lo primero que me viene a la mente es, menudo capullo, ¿se creerá, que está en unas putas olimpiadas? Anda que no debe ser gilipollas ni ná el tío.




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