miércoles, enero 06, 2021

 

--LAS COSAS 4--

Por los caminos que frecuento hay bastantes algarrobos. No repara uno en ellos porque son cosas que están siempre. Pero esta vez, no sé por qué, me dio el punto de arrancar una algarroba y mordisquearla. Hacía muchísimo tiempo que no las probaba y enseguida se me inundó la boca de antigüedad. Tienen un sabor rudo, intenso, poderoso. Sólo la masticaba en pequeños trozos, sin tragar, hasta sacarles el alma, y luego escupía el resto al suelo como los pistoleros de espagueti western cuando mascaban tabaco. Pero antes de media hora mis papilas empezaron a dar muestras agotamiento. Demasiado fuerte. No me extraña. Para mí las algarrobas contienen la esencia de todas las culturas mediterráneas desde que se inventaron los siglos. Son como un concentrado de Historia.
Y bueno, por ahí andaban tan peregrinas reflexiones cuando de pronto, como si en mi cabeza se hubiera activado un agente reactivo, me dejé de arqueologías y regresé de golpe al presente. Será que no soy mucho de nadar en aguas que no mueven molino. Y entonces se me detuvo el pensamiento en cómo son las luchas modernas del siglo XXI. Y pensé en los animalismos, feminismos, racismos, veganismos, etc. de nuevo cuño, que yo a veces comparo a las cintas de correr de los gimnasios, que aunque su objetivo sea loable, no van a ninguna parte. En ese punto noté que estaba sonriendo al convencerme definitivamente de que no hay duda: Los seres humanos descendemos de los monos. Siempre yéndonos por las ramas.



 


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