sábado, agosto 18, 2018

 

--EL MAYOR ENIGMA DEL UNIVERSO--



Al ser humano siempre le ha picado la curiosidad de conocer el origen del universo, la vida, la muerte, y cosas por el estilo. Pero como el ser humano es más tonto que su puta madre y el cabrón de su padre juntos, no se ha dado ni cuenta de que hay enigmas en el mundo mucho más oscuros que toda esa mierda.
Para mí por ejemplo, el misterio mayor de todos no es la existencia de dios, los extraterrestres, o la física cuántica, sino los pelos. Sí, los pelos.
El comportamiento de los pelos es lo más incomprensible que existe, lo que pasa es que no pensamos un carajo.
Miremos la pelambre de un leopardo, un orangután, un toro, o cualquier otro bicho. ¿La tienen todos de la misma medida?: No. ¿Y eso por qué?: Ni puta idea. 
Ni lo sé yo, ni lo saben ustedes, ni lo sabe nadie, incluido Albert Einstein. 
Ningún biólogo -y aún menos un maestro de escuela- tienen ni la más remota idea de por qué los pelos dejan de crecer a una determinada medida en cada animal. ¿Se ha preguntado alguien por qué hostias a un perro bobtail le crecen los pelos hasta que llegan a diez centímetros y ahí paran, y en cambio en un doberman se detienen en cuanto llegan a un centímetro escaso? ¿Es que el pelo sabe cuándo debe dejar de crecer dependiendo de la especie que sea? Vamos, no me jodas, ¿acaso no está compuesto de la misma materia y se nutre de lo mismo? 
Entonces, ¿de dónde cojones saca un pelo la información para detener el crecimiento según el bicho en que esté? ¿Tiene una cinta métrica o un pie de rey para comprobar la longitud que ha de alcanzar en la cola de un oso hormiguero o en el sobaco de un camello?
Bueno, pues si todo esto ya es de una inexplicabilidad que nos supera, en nuestra propia especie aún es más raro.
Resulta que en los seres humanos el pelo se comporta todavía con mayor capricho: nos crece en la cabeza, el bigote y la barba sin límite alguno. Es decir, si no te cortas el pelo nunca, él sigue creciendo sin parar desde el día que naces hasta el que palmas. 
Pero, ojo, en el resto del cuerpo no. En el pecho, las piernas, los brazos, el pubis o las axilas no crece indefinidamente. Ahí se para en cada sitio a una medida diferente. ¿Y eso a qué obedece? ¿Qué extraña fuerza decide esos límites?
Nadie lo sabe, ya digo. Pero la ciencia y los presupuestos de las naciones, siguen malgastando sus neuronas y su dinero en investigar si hay agua en Marte o gaseosa en Saturno. ¡Menuda gilipollez, amigos!
Y ya para acabar: Todos sabemos cómo es un león. El pelo les crece frondoso y largo que te cagas en la cabeza, el pecho y los hombros, pero, fíjate tú, oye, a partir de ahí ya no sigue más para atrás, dejando ante nuestros ojos un puto bicho a medio pelar, rematado además con una ridícula brocha al final de la cola.





Comments:
Cuánta razón tiene, señor Blas. No daría un miembro (soy tan entusiasta y facilón en devenir creencias en certezas que podría perderlo) pero en una excrecencia que ostento en mi anatomía, una verruga de pareidolia poco agraciada, juraría que residen desde tiempo ha un par de cerdas de cerdo verrugoso de Bisaya, animal en extinción de Filipinas ¡Pobriño!
Me conmueve, a la par que me conturba, que la naturaleza me haya elegido como Arca de Noé o cosa parecida. Habría de ahondarse más en estas cosas que tanto afectan nuestras vidas.

Opal
 
Seguro que esos dos pelacos son una muestra de lo contracorriente que en usted se da. Son pelos rebeldes, salvajes, supervivientes, guerreros, capilares, desafiantes, temerarios, tiesos y recios.
Probablemente usted venga del jabalí, así, en plan rompedor. No va a venir todo el mundo de los monos.

Salud, compañero.
 
Ahora me explico que me digan que ronco como un cerdo.
 
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