sábado, julio 01, 2017

 

--LOS CUENTOS BREVES DE ARMANDITO LAFOYETTE--


Estaba una noche nuestro amigo dándose un garbeo por la fiesta mayor de su pueblo y se acercó a la verbena.
La orquesta interpretaba la de "cuándo, cuándo, cuándo..." y en el centro de la plaza bailaban algunas parejas de viejos. Luego tocaron esa de "Méxicooooooo, me gustan tus mujereeeees...", la de "a mi manera" y otras por el estilo.
Armandito, con 56 tacos, en ese instante tomó conciencia de algo que se le reveló como asombr
oso: esos carcamales eran absolutamente clavados a los que él recordaba de las verbenas cuando niño. 
Había transcurrido nada menos que medio siglo y tanto las canciones como los bailantes seguían siendo los mismos. Eran idénticas caras, gestos e indumentarias, moviéndose con el mismo garbo de antaño, como si hubiesen alcanzado un anclaje definitivo en el tiempo. 
Entonces comprendió que algunas personas habían conseguido la fórmula de la vida eterna, porque sin duda todos aquellos cabrones tenían 120 años.
_FIN_




Comments:
Qué especlucnante espeztáculo... Imaginar por un momento el momento de éxtasis y gozo que puede sentir un alquimista del siglo 10 que por fin, después de toda una vida entregada a la sabiduría y al quimicefa, a la edad de 86 años da con el elixir de la vida, e inmediatamente darse cuenta de que vaya putada, la vida eterna, con la artritis y la artrosis, el lumbago, con la gota que no puedes comer ternera, el colesterol, la hipertensión, la hipotensión, la manutensión de los catetos de los hijastros, la presbicia, la próstata y otro largo etcétera de cosas que hace el cuerpo que pueden salir mal... y entonces tirarlo por el retrete, del siglo 10 mezclado con decepción y disentería...
¡Al menos el pasodoble nunca pasará de moda!
Buen post, usted siempre hace pensar.
 
Y muy buena observación por su parte.
Lo malo de los putos viejos es que logran su inmortalidad a costa de darnos muerte a las gentes de bien con sus dardos ungüentados de atávicas ponzoñas.
Muchas gracias, persona.
 
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