domingo, junio 28, 2015

 

--UN DOMINGUÍN COMO OTRO CUALQUIER--





__MITOS LOS JUSTOS, TÍO__

Me jode tener que romper aquí, hoy, tantas y tantas creencias e idealizaciones como se vendrán abajo en cuantito desvele algo que acabo de descubrir.
Desde hace mucho tiempo vengo estudiando por archivos, registros, hemerotecas, universidades, etc. la figura de apóstol santiago, al que ya no pongo en mayúsculas por el enorme repugne que me produce. 
Ya sospechaba yo que el cabrón era un fraude. Me fijé en los grabados, pinturas y dibujos de la época y comprobé que en todas las ilustraciones el embustero ese, llevaba en sus pies una especie de sandalias cutres, toscas y bastas como ellas solas, con espartos atados a lo chapuzas y tiras de cuero repelosas ligadas de cualquier manera con nudos saliendo por todos lados.
Pues bien, he estado entrevistándome con centenares de caminantes del famoso camino que lleva a Compostela y todos, todos, TODOS, tenían los pies llenos de ampollas, rozaduras y llagas pese a llevar los mejores calzados que la actual tecnología ofrece y hacer uso de las mejores pomadas que hay en el mundo; todos, todos, TODOS sin excepción, se quejaban de la dureza de algunos tramos y del doloroso castigo que ello les infligía a sus pies dejándoselos en carne viva.
¿Y ahora resulta que santiago, el santo farsante, nos va a hacer creer que él se lo pateó de punta a punta con unas putas chanclas de hace dos mil años y además sin calcetines ni nada?
¡Venga ya, chaval! ¡Y una mierda has andado tú! El apóstol santiago, el truhán que puso ese camino a su nombre, no se lo hizo entero ni de coña. Ese tío no empezó ni en los pirineos, ni en Navarra, ni hostias: como mucho a partir de Cantabria, montado en carro y durmiendo en hoteles. 
Que nos las cuelan todas, joder, que la gente es muy crédula, pero a la que investigas un poco...
Santiago, el camino de santiago, dicen... ¡Anda a tomar por culo, hombre!



Comments:
El origen y la función de los mitos. El porqué. Lo sé, lo sé... Pero, ¿y el legendario tufo de pies del apóstol, eh? Aún iba por Asia menor y en San Fernando, Cadiz, decían; “Ya hiede al apóstol, viene para san Fernando, un ratito a pie y otro caminando” Es usted un iconoclasta, señor Blas, un descreído, un..., un..., un montonero, eso, ¡un montonero! Y en los sueños, qué me dice, ahí hay de todo, en un batiburrillo...; ya que no somos conscientes, asumámonos inconscientes en lo inconsciente, digo yo. Vamos.

¡Toma ya el Crusó!
 
Eso es lo que acabó por llamarse olor de santidad, olor a callo herido por las piedras del camino, por kilómetros, millas y yardas de polvorientos andares.
Olía a sacrificio podológico, atufaba a matanza interdigital, a tobillo descarnado, a talón desfondado, y a poca ducha, todo hay que decirlo.
Santiago, el Santo indiscutible, el inequívoco, el que ya lleva el San implícito en su propio nombre.
Miremos San Felipe o San Gregorio, por poner ejemplos al azar, que no se llaman Sanfelipe ni Sangregorio, porque llevan la santidad aparte, como las bicicletas el bidón de aquarius, porque no son sino santos accesorios, periféricos.
Me he dado cuenta tarde y he ofendido sin un proceso previo de reflexión serena, pero rectificar es de correctores:
Santiago es un Santo integral. Punto.

(He sido un inconsciente, pero es que no me he dado cuenta)
 
Pase..., pase...
 
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