domingo, junio 13, 2010

 

--LAS FOTOS--

Las fotos ya no se amarillean ni nada, y si lo hicieren, es que debieres tocarle los colores a la pantalla del ordenador.
Cuando los abuelos (los míos, me refiero) las fotos (retratos, decían ellos) parecían antigüedades nada más enmarcarlas. Todo era viejo como de nacimiento. En las de comunión parecían las criaturitas ya preancianas, niños de cuarenta años; y a los cuarenta, juraría el espectador que llevaban muertos varios lustros al hacerles la fotografía.
Don Pío Baroja (hombre con nombre de voz pajaruna y apellido de naipes equivocados) presenta en una de sus obras a un caballero que habiendo enviudado, pretende a una mujer joven, y dice al respecto que no es buena cosa cuando varón viejo se enreda con muchacha, o algo equivalente. Lo cojonudo es que el viejo en cuestión es un hombre que está a punto de cumplir cincuenta tacos. (Debemos tener en cuenta que ese libro lo escribió en el año 11, esclaro)
Ahora las fotos no se verán amarillas, supongo, y podremos conservarlas durante la tira de tiempo con sólo irlas cambiando de formato a medida que el mercado tecnológico lance contra nuestros bolsillos sus nuevos productos.
A título personal, me permito una confesión:
Uno de mis deseos íntimos sería que cuando ya estuviesen cerca mis últimos días, se me hicieran unas fotitos para ficha policial. Por la emoción de ser trincado. Y por haber cometido un satisfactorio delito, uno de esos guapos, coño.







Comments:
Yo soy de los que no ven las fotografías antiguas. A mi pesar tengo un filtro amarillo en la retina, de fábrica, incluso para las de hoy. Causa estragos la irrevocabilidad del ayer combinada con el filtro amarillo. Quema el nervio óptico y envía las imágenes impregnadas en napalm a la selva del cerebro. Fuego de inquisidores, que ni purifica ni nada.
Pero esto ocurre mayormente con las fotografías que me conciernen. Procuro no verlas y sanseacabó.

Me ha enseñado, señor Blas, que la balada de Sol Seppy se puede compartir.
Tiene usted una artista en el equipo.
 
No tengo equipo. Puta familia. Sólo me colaboran y a regañadientes, si me escenifico bravo y finjo una testosterona que no tengo. (Gracias, Histrión)
Yo en realidad las amo por dinero. (y ellas a mí por razones que no entiendo)
Eso sí, llevo dos pequeñas fotografías con sus caretos en la cartera porque uno, al final, es tan vulgar como todo cristo.
 
Yo no llevo fotos de nadie.
 
Pues ahora viene lo peor: lo que no llevo prácticamente nunca encima es la cartera.
 
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