domingo, junio 11, 2006

 

-NUEVO VIAJE A LAS CASCARRIAS-

El viajero se despereza y pede en la intimidad de la alcoba. Se baja a los fogones y le dice a Mariana que le condumie el desayuno. El camino ha de ser largo y faltarán fuerzas.
El viajero se mete al buche cuatro pancetas con cuatro rebanadas de pan blanco untadas de manteca, luego bebe un litro de aceite del que hizo el Damián para su gasto y se despide.
La Cascarria queda a 500 kilómetros, por eso no los hará andando.
Manda llamar un taxi para que le lleve a donde aparcó el coche propio y otro taxi para que vaya a buscar a su choferesa. Pues el viajero si va de escribir no conduce.

Dos horas más tarde cuando el sol requema los ribazos llega el viajero a las puertas de la comarca. Briebujuelo de Tajuña se amorra a los cerros. Pueblo de gentes dispares. Pueblo del que se dice cría mucho mellizaje.
Los vecinos de Fajueque, villa con más leyenda que prosa, dicen de ellos:

Los gemelos de Briebujuelo,
Saben quién es su abuela
Y no conocen al abuelo.
Yipi, yipi, yei.

Cuando el viajero anduvo en mocedad por esos pagos, encontró al Otilio, cartero postal de bicicleta herrumbrosa y padre también de gemelos.
Decía él que lo malo de sus hijos era no saber cuál de ellos se parecía más al otro.

El viajero sale por la comarcal 14 hacia Hullonares del Cinca. Hay que subir vericuetos del asfalto para saltarse los cerros y bajar al llano.
En Hullonares, Vitoriano Velarde, jefe de Renfe y estrambótico paisano, murió por confundir el tocino con la velocidad. Se hizo en la parrilla varios cuentakilómetros de Simca 1.200 y se conoce que no estaría en condiciones, o no los pringó bien de grasa.
La viuda, Reme Santolalla, mujer de braga floja y teta nodriza, no le guardó luto quince días. Hasta dicen los de Javalarque, gente chismosa y de recelo, que ya se incorporó al coño la parte más saliente del cuñado, hermano del muerto, al lado de él en la misma cama de velar.

El viajero llega a la posada y pregunta por el Cañares, apodo de Fermín Arjona, torero de plaza chica pero de valor grande.
Daba como nadie los pases de pecho, pero en uno de espalda, el toro se lo llevó puesto.
Un mozarrón de pelo esparraguero le dice al viajero que su padre al final no salió de las cornadas. Que se repuso de aquella que mencionada queda, pero, cabezón como ninguno, estuvo una tarde ocho horas seguidas practicando el pase de espaldas con quince morlacos que le llevaron el alma junto a las asaduras. Cornada intensiva, pues, piensa el viajero.
El viajero le da el pésame con tardanza pero el muchacho ya no pena. El tiempo cura.
La habitación es limpia y en el retrete apenas si hay algunas huellas de otros que pasaron. El viajero llama a la gerencia y acude la madre, hacendosa señora de buen ver, de mejor tocar y de castiza belleza y le dice que si se podría apurar una miaja en la higiene del váter.
Ella le confiesa que los productos de ahora, mucho patatín, mucho patatán, pero no hacen el blanco que prometen los anuncios.
El viajero comprende y disculpa. El viajero, curtido de calendarios, se arrodilla, se chupa el dedo y luego frota los residuos, repite la operación varias veces y consigue que las manchas se vayan.
La mujer ríe el ingenio del viajero y le besa la mano bienhechora. El viajero aprovecha la constatada falta de escrúpulo y se tira para abajo calzón y calzoncillo.
El viajero y la posadera fornican mientras van hablando de otros entonces y los comparan con estos ahoras.

A la mañana siguiente, muy temprano, el viajero por no frustrar el descanso ajeno, se va en silencio y no paga la cuenta. Tampoco ella le dio nada por el polvo, ni por enlustrar el cagadero.

La Cascarria, comarca de gente dispar, unos muertos, otros vivos, pero todos de provecho.
FIN CAPÍTULO I

















Camilo José Cela, premio Goya de las ciencias.

Comments:
Joder, eres la rehostia tio!!!
 
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