miércoles, marzo 15, 2006

 

---CUENTO TRADICIONAL ITALIANO---

Gino Gorgonzola nació en Tarento, en el tacón de Italia, cerca del golfo del mismo nombre, (golfo de Italia) en el año 1890 del siglo XIX dentro de una familia tradicional campera.
Parecía un bebé sano y fortachón, pero pronto presentó anomalías.
Si le daban migas de centeno, caldos, café, o incluso un poco de grappa, la criatura aceptaba de buen grado los nutrientes y ganaba peso con normalidad.
Pero cuando su madre, la cabra, o la vaca intentaban amamantarlo, el niño lloraba, escupía y se llenaba de pústulas.
Su padres, consultaron con los boticarios de la zona sin acertar diagnóstico. Así que continuaron con la dieta que el hijo aceptase.
Mas cuando Gino tuvo edad y dientes como para masticar cualquier cosa, su madre con paciencia fue dándole a probar todos los productos de la tierra, hasta que al final llegó a la conclusión de que no le gustaba el queso.
Las papilas gustativas de aquel chico no toleraban ni el queso ni sus derivados, como la leche, el yogur o la nata. (Ver mapa de Italia.)
Lo examinó un médico de la capital y no encontró que físicamente hubiesen razones para tal rechazo. Opinó que al nene simplemente no le gustaban esas cosas y estaba emperrado.
También aceptó que no conocía en Italia un caso igual. El chaval tenía la sangre llena de leucocitos, hematíes y demás minucias; el corazón se la bombeaba regularmente a buen ritmo; no le escocía la chorra al mear; hacía caca sin tener que apretar mucho los carrillos, etc. Todo correcto en apariencia.


En esa familia tenían un carácter marcadamente italianista. (Ver Italia en el mapa y señalarla con el dedo.)
Si alguien criticaba la pasta, la panacota, el carpaccio, o los gnoquis, eran capaces de tirarlo al mar con una piedra de molino atada a los tobillos.
La cerrazón de Gino compungía, pues, el espíritu de la familia entera y del país por añadidura. (Ver mapa.)

Mas un día, Gino se levantó de la cama con el alba y se sintió distinto. Su voz había cambiado, le había salido un bigotillo oscuro, su camiseta era de rayas azules y blancas, llevaba botas de fútbol y cantaba tarantelas a plena caja.
Por fin era un italianazo hecho y derecho con dos cojones.

Su padre aprovechó emocionado ese momento fisiometabólico y le metío en la boca un pegote de queso, ese queso verdiazul, ese queso fuertidulce, ese queso graso y asquerosillo que crearan hace siglos sus compatriotas en el norte del país. Ese queso que con orgullo les apellidaba. (Supongo que a estas alturas ya habrán visto el mapa y no es necesario que insista.)

Lo mejor fue que Gino, tras hacer un par de ascos, cerrar los ojos y torcer el morro, acabó por tragarlo entero.
Todos sus parientes avisados del portento, esperaron en corrillo unos minutos para ver si vomitaba el descastado o se moría, y para satisfacción de sus corazones no hizo ninguna de las dos cosas, sino que continuó en buen estado.


Fue tan inmensa la dicha, fue tan grande la alegría, que se fueron corriendo hacia los juzgados, dando aviso a la villa entera, y solicitaron inmediatamente el cambio de nombre para Gino Gorgonzola: A partir de ahora se llamaría Giaccomo.
Fin.

Comments:
no pone el titulo del cuento
 
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