jueves, enero 26, 2006

 

-LA OLLA-

Llevaba ya por lo menos cinco horas al volante del coche y el cansancio me podía. Dentro de mi garaje la cosa estaba oscura y fría. Sería cuestión de intentar arrancarlo en un último intento.
Para una vez que pruebo de suicidarme con el tubo de escape, resulta que el puto Corsa se cala una y otra vez. Qué se le puede pedir a un trasto como ese. Un Corsa de 17 años falla más que acierta.
Me habían dicho que la muerte por inhalación de tubos de escape súper de 97 te sobrevenía como un dulce sueño y te quedabas dormido. Por eso cogí mi oso de trapo y me puse los patucos de lana, la barretina y un picardías rojo.
Pero nada.
Ya de mañana conseguí ponerlo en marcha y como no tenía mucho tiempo opté por estrellarme contra la puerta metálica. Pensaba donar las piernas a una fábrica de trípodes, los brazos a una empresa de mudanzas, las manos a un ginecólogo, el tronco a un aserradero y mi cerebro estampado a Tapies para que se lo enmarcara con los huevos.

Eso sí, dejé una nota para mi familia y para el juez.

Queridos familiares y juez:
Hace tiempo que un número me ronda la cabeza. Es como una obsesión. Y cuando esto ocurre lo mejor es tener un amigo con licencia de armas. Yo, para desgracia de las perdices y para suerte mía, tengo un colega que es cazador. Se llama Eduardo cuando se podía haber llamado Arturo perfectamente porque los nombres también tienen su estética.
Bueno, el caso es que mi amigo el cazador le pegó un tiro al número ese cuando me sobrevolaba y me libró de él. Era un 36 coma 5, creo. Y aun así lo odio.
En general odio a todos los cazadores. No me importa que la biblia los bendijera. Dios dijo que no le diésemos una caña, sino que le abriéramos un barril, que no le diéramos un raciocinio sino que le enseñásemos a disparar.
También le dijo a un amigo suyo que recalificaría su cabeza porque pensaba construirle algo en ella.
Yo os haré cazadores de hombres, les dijo a los apóstoles, y yo os haré cazadoras de cuero, les dijo a las vacas.
De hecho, no me hubiese suicidado sin un motivo importante, ya que amo a mi mujer y a mi hija. Mi hija es tan grande como la madre. Son idénticas, clónicas, como dos gotas de leche actual.
Y me asalta una terrible duda. Tal vez haya estado acostándome con mi hija todo el tiempo sin darme cuenta. Pero no puede ser porque entonces ella hubiese tenido que dar a luz a mi mujer y eso es contra natura. Además me tacharían de incestuoso y puerco.
Joder, si uno echa unas canastas con su hijo y encesta, nadie lo ve mal. Pero la sociedad siempre es machista.
Y ahí está el tema. La sociedad quiere matarme y yo me suicido para no darle el gusto.
La gente me pone nervioso, cada vez más nervioso. Al final iba a parecer el hombre que inventó la enfermedad de Parkinson. Un tipo que se llamaría Diesel o Morse.
No sé por qué todos los lumbreras que descubren un virus tienen nombre de enfermedad. Son patológicos. Pero, qué pato va a haber ilógico si se limitan a hacer lo único que saben. Ningún pato que yo sepa se llama penicilina.
Los idiotas de verdad son los personas, que saben hacer cosas y no las hacen.
Todo es ponerse, pero son tan cretinos que hasta llegan a decir que cuesta lo mismo hacer las cosas bien que mal. Vamos, no me jodas. Cómo va a costar lo mismo hacer el amor que follar. Follar lo hace uno con la polla.

Y me muero además -quiero que conste en acta- porque ya nadie escribe literatura. Todo cristo novelas y más novelas. Llenas de letras hasta el culo.
Antes me iba a cagar con una buena prosa y ahora me cago al empezar la primera página. Un hombre cabal no se puede estar todo el tiempo cagando. No es serio ni decente.
Cómo le dice uno a un hijo que ya no hay buenos escritores. Que son tan malos que va a tener que escribir sus propios libros.
Y si tu hijo también escribe novelas y se tira 30 años sin encontrar una mierda de metáfora, qué.
Si a mí me pasase eso tendría que matarlo como hice con la madre. Me repugna la gente que se ancla en el pasado. No se puede cambiar de Simon y Garfunkel a Robbie Williams y decir que se está acorde con el siglo. Eso es no saber salir del pasado. Como lo es que ella me envolviese los bocadillos en papel de aluminio.
Hostia puta, si ya no hacen de aluminio ni las bicicletas. Qué le costaba ser un poco vanguardista y liarme los bocatas en algún compuesto de carbono.
(También debo confesar que la hubiese matado muy a gusto por su jodida manía de apretar el tubo de colgate por la mitad, pero eso ya está sobado hasta la saciedad y yo quiero huir de las viejas costumbres.)

Al final quizás sea eso, una fuga. Una fuga en la junta de la culata, o las bujías quemadas. Puede que por algo así no se encendiera el coche y me haya entretenido escribiendo algo que, aunque sea muy malo, no se parezca a una novela de las que se brindan en los expositores de las librerías.
Es aberrante lo que pretenden vender y venden esos quiosqueros del tres al cuarto. La librera merecía morir y por eso le di el matarile.
Ya sé que tendría marido e hijos, pero como todo el mundo. Si porque la gente tiene familia ya no se les va a poder matar, no podría uno matar a nadie. Y qué sería de la historia de la humanidad si nadie se hubiese cargado a nadie, eh, qué coño sería.
Nada, ya lo digo yo, nada en absoluto.
Uno se cree a salvo cuando le hacen una putada. Se dice a sí mismo que no puede caer la misma bomba dos veces en el mismo sitio. Pero cae, y uno es tan idiota que aún sigue allí para recibirla.
Y cuando a alguien le cae una bomba dos veces, más vale que done su cuerpo a un Macdonalds.
A ver quién es el espabilado que no quiere matarse de vez en cuando con toda esta mierda.

Es como cuando aquel domingo me caí de la bicicleta, me hice un corte justo en mitad de la frente –y menos mal que fue horizontal- y me fui para urgencias. La enfermera llevaba al menos 15 horas de guardia. Me dijo que me haría un zurcido digno de las abuelas y que con el tiempo mis propias arrugas disimularían la cicatriz.
El primer pinchazo casi me taladra el cráneo. La chica tenía los ojos colorados como tomates y se le cerraban de sueño. Casi menstruaba por los ojos. Además las manos le temblaban más que el morro de un conejo.
Joder, esa tía me iba a dejar la frente como un mapa de isóbaras si no lo llego a impedir.
A fin de cuentas qué más daba un muerto más.

Y es que la gente no sabe administrar su ritmo de vida. No puede vivir lo mismo un rinoceronte, que un colibrí, que un perezoso. Los bichos sí se amoldan a sus pálpitos vitales. Los lentos viven más y los rápidos se desgastan y se mueren antes. Nadie conoce a un hamster de 40 años. Y tiene que ser la hostia ver a dos perezosos peleando por una hembra. Seguro que el más fiero y brioso arquea una ceja y el otro se mea vivo del acojono. Por eso no se mueren así como así.
Bueno, tampoco son muy hábiles esquivando en zigzag a un jaguar, pero esa es otra.
El Corsa ya había llegado a sus últimos estertores, eso fue lo que me jodió el buen suicidio que yo pretendía.

Cuando a uno no le sale bien ni la muerte, es que la vida le ha ido como el culo.
Nada más que luchando y luchando para nada. Que tú quieres ser maestro de escuela, pues te jodes y carpintero. Como si se hubiese nacido con un estigma en forma de lápiz sobre la oreja.
Oh, cómo me hubiese gustado al menos ser constructor de sillas eléctricas para los USA.
Y habría que sentarlos en ella a todos. Ellos nos vendieron la moto de la competencia, la competitividad y el carácter emprendedor y ambicioso. Que compita su puta madre. Yo paso, joder. No he venido a este mundo para medirme con nadie. Parece un concurso de ver quien la tiene más larga.
Y encima hay que escucharlos. Que si yo empecé de peón y ya soy alfil, que si en unos años me harán bufón del rey, que si gano tanto, que si gasto cuanto...
Estoy por matar a la humanidad. Si hubiesen cargadores lo bastante grandes lo haría ahora mismo.
Pero lo normal es que cuando ya llevas tres o cuatro tipos liquidados, te arresten y te impidan seguir.

Más de uno se cree que porque mi padre era esquizofrénico, yo también lo soy. Y una polla.
El especialista me dijo que yo no había heredado ningún síntoma de la enfermedad. Sólo los del electro shock.

Ah, antes de que se me olvide.
Vendo Opel Corsa casi sin usar y siempre en garaje.
Razón: Encontrarán restos de ella pegados al parabrisas.
A cagar.

Comments:
Es usted un contaminador, un inconsciente y un egoísta. Demuestra tener muy poca verguenza, llenando la atmósfera de co2, brazos, y otros contaminantes. Y sólo porque quiere morirse... es increíble, vamos. Debería concienciarse y respetar más el medio ambiente, buscando métodos de suicidio que favorezcan el desarrollo sostenible. Sea moderno. Cómprese una cortacésped y enciérrese en el aseo con ella: verá como llega al mismo fin liberando menos plomo quemado en la atmósfera. Los miembros de grinpis somos más radicales y nos suicidamos con un motor de coche teledirigido enchufado a un tubo de bucear. Eso sí, no cualquier coche, le advierto. Yo no tenía suficiente presupuesto, lo intenté con un nikko, y como habrá constatado, aquí sigo escribiendo como un capullo.
 
Don Blas:

La misiva al juez me parece pelín larga. ¿Por qué no se limita a decirle? Tronco, he sio yo solito.

Y a los familiares, ni agua.

Quisses,

Aspid
 
Bueno, supongo que la mayoría de los suicidas no pueden sustraerse a la sensación de que "pa lo que me queda en el convento, me cago dentro".
Hemos de pensar que hay pocas cosas o tal vez ninguna tan rigurosamente egoístas como el suicidio.
También por aquello muy johnwaynesco de "hay cosas que un hombre debe hacer solo."

Y por otra parte, sí, empiezo a pensar si no estaré dominado por el espíritu de una lata de foiegras, ya que tiendo a extenderme enfermizamente.
Y es que "hay gente pa tó", como decía el taurino.
Dos saludos, uno por barba.
 
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